Federico Berrueto
Tiene razón la
presidenta Sheinbaum de tomar con reserva la retórica radical de Donald Trump
en la campaña. Sin embargo, preocupa en extremo, para el mundo y más para
México la radicalización de Donald Trump conforme se aproxima la elección. No
sólo son las expresiones ya conocidas en materia de migración y comercial,
ahora habla de “malos genes” de los migrantes, sinónimo de criminales y cultiva
un sentido de amenaza frente a su invasión de la unión americana. Sus
expresiones cobran eco en la mayoría blanca.
Es cierto que la
relación entre los dos países es de mutuo beneficio e interés; los migrantes
ilegales son un componente para la competitividad de la economía norteamericana;
sin embargo, se toman decisiones radicales y contraproducentes cuando se impone
el racismo. Mucho puede acontecer de ganar Donald Trump, lo que no quiere decir
que si prevaleciera Kamala Harris sería fácil para México.
Los compromisos de
campaña vinculan y se procesan por el interés de quien gobierna. Son plataforma
para definir un programa político y el problema de la radicalización es que
puede derivar a la sinrazón de Estado. Ha ocurrido en el pasado reciente en
México, la arenga es para vencer, para dominar, no para gobernar, porque lo
importante es un proyecto que se pretende imponer, excluyente, con fijaciones
sobre el pasado y el presente, que hace del odio y del rencor social un recurso
útil para imponerse sobre los límites convencionales al gobierno.
Con mayor facilidad
los observadores de la elección, por cierto, empatada en las encuestas,
advierten la deriva fascista en el discurso de Donald Trump, invocar y convocar
a los seguidores se vuelve un asunto de pasiones, ser radical e irracional
premia, la sensatez castiga y esto explica la elección cerrada. Exageraciones
grotescas como que los migrantes se comen las mascotas de sus vecinos o la
reciente, este 11 de octubre en Aurora, Colorado, donde afirma que la ciudad ha
sido tomada por bandas de criminales venezolanas y que por el momento se tiene
que vivir con esos animales, pero no por mucho tiempo porque cuando gane
utilizará la fuerza militar, si es preciso, para eliminarlos.
Al igual que Springfield,
Ohio, lugar de la falsa imputación a haitianos de comer mascotas, en Aurora las
autoridades municipales de origen republicano y la policía aclaran que es mentira
lo señalado. Pero no importa porque la retórica fascista no necesita de la
verdad, sino de lo creíble a manera de encender la llama del odio popular.
Donald Trump desde
que perdió el debate con Kamala Harris, -derrota sin impacto en las intenciones
de voto- ha recurrido al tema comercial y migratorio para dar credibilidad a su
determinación de estar dispuesto a todo para defender a los Estados Unidos, sus
referencias a los aranceles desproporcionados a las exportaciones de México a
EU o al uso de la fuerza militar para actuar frente a los migrantes incluso a
los enemigos de adentro, los lunáticos izquierdistas, lo que va incubando en la
población la exigencia de un gobierno al margen de toda razón y, por lo mismo, una
amenaza mayor para el mundo democrático y para México.
Heather Cox recoge del
libro “War”, publicado hace unos días, del periodista Bob Woodward, el mismo
del caso Watergate, una declaración del general Mark Milley, militar con el
mayor rango y asesor del entonces presidente Trump en los siguientes términos: “He is the most dangerous person ever. I had suspicions when I talked to you about his mental
decline and so forth, but now I realize he’s a total fascist. He is now the
most dangerous person to this country… a fascist to the core.” (es la persona más peligrosa que ha existido, tenía
la sospecha cuando anteriormente le comenté sobre su deterioro mental y otras
coas, pero ahora comprendo que es un fascista total. Es ahora la persona más
peligrosa para este país… un fascista hasta la médula), palabras no de un
político, de un militar de alto rango y que le conoce bien.
Los proyectos totalitarios
avanzan por la confianza e incredulidad sobre lo que representan y a donde
llevan. Señalar a otro como fascista es impropio en la contienda política por
el poder, el problema es que ahora todo apunta hacia la debacle de la
democracia. La situación es considerablemente más grave, mucho más peligrosa,
como se advierte en la recta final de la elección: el populismo deriva con
facilidad en el fascismo.