Nuevo capítulo del rompecabezas epidemiológico. Washington ha retomado la línea dura hacia Pekín por los orígenes del coronavirus y pide nuevos estudios sobre cuándo, dónde y cómo comenzó la pandemia. Y, lo más importante: ha logrado resucitar la teoría de un accidente en el laboratorio de Wuhan, en China. Una teoría que ha vuelto, otra vez, a alejarse del terreno conspirativo para convertirse en una hipótesis con fuerza dentro de Estados Unidos.
Los murciélagos siguen siendo los principales candidatos a ser los anfitriones originales del SARS-CoV-2, pero se desconoce cuál fue el huésped intermedio antes de que el coronavirus se transmitiera a los humanos. Tampoco está claro cuándo empezó a propagarse ni desde dónde.
Más de tres millones y medio de muertos después, sigue habiendo más preguntas que respuestas. Y la política vuelve a cruzarse en el camino de la ciencia. El presidente Joe Biden dijo el miércoles que había ordenado a las agencias de inteligencia estadounidenses que averiguaran los orígenes de la pandemia en un plazo de 90 días. Esto ha enfadado a China porque se han despertado los ecos de si el virus se podría haber escapado de su laboratorio de Wuhan.
Pekín, que puso al comienzo de la pandemia todas las piedras posibles en el camino de un rastreo independiente en Wuhan, sigue con su guion para intentar borrar su rastro en el origen: pide que el escrutinio se dirija a otros países. Repite esa idea una y otra vez. Mientras, la Organización Mundial de la Salud (OMS) se prepara para comenzar una segunda fase de investigaciones con las dos potencias mundiales marcando posiciones opuestas sobre cómo rastrear los orígenes del virus.