Raúl Contreras Bustamante
Las elecciones que habrán de celebrarse el próximo domingo 6
de junio serán las más complicadas en la historia de México. No sólo porque
serán las más grandes —se renovará la Cámara de Diputados del Congreso de la
Unión, 15 gubernaturas y miles de cargos entre diputados, alcaldes y
ayuntamientos—, sino también porque parece inevitable que se verificarán aún
bajo los efectos de la pandemia.
Para obtener experiencias de otros procesos —en un ejercicio
de derecho comparado— el Instituto Nacional Electoral y la Facultad de Derecho
de la UNAM han organizado el seminario permanente Democracia y elecciones en el
mundo. Esta semana tocó el turno de analizar las elecciones en Bolivia del año
2020.
El conversatorio contó con la participación del doctor
Salvador Romero, presidente del Tribunal Supremo Electoral de Bolivia, los
catedráticos de la Universidad Católica Boliviana, la doctora María Teresa
Zegada y el maestro Rafael Loayza, así como el doctor Carlos Mesa, expresidente
de Bolivia y candidato en la última elección presidencial.
En el año 2019, al cabo de 13 años en el poder y tras buscar
un cuarto periodo presidencial, el presidente Evo Morales tuvo que dimitir al
poder en medio de una aguda crisis política marcada por la violencia en las
calles —que dejó al menos 36 muertos— y una profunda desconfianza en los
resultados de la elección presidencial.
Tras la salida forzada del país de Evo, un gobierno interino
fue instaurado por la oposición y fueron convocadas elecciones que estaban
previstas a celebrarse en mayo de 2020, pero fueron pospuestas debido a la
llegada de la pandemia de covid-19.
A decir de los panelistas, se trató de la elección más
compleja de toda la historia del país sudamericano, ya que la polarización
interna estaba al borde de una guerra civil y además marcada por la emergencia
sanitaria.
Los dos candidatos con mayor apoyo fueron Luis Arce, del
partido Movimiento al Socialismo (MAS) —vencedor y Presidente actual— y Carlos
Mesa, por la alianza Comunidad Ciudadana.
La impopularidad del gobierno interino de Jeanine Áñez,
generada por la manera en que reprimió las protestas que defendían a Evo y a su
pésimo manejo para enfrentar a la pandemia, facilitó el regreso del MAS.
Bolivia es el tercer país con más muertes por cada millón de habitantes en el
mundo, sólo detrás de Perú y Bélgica.
La jornada electoral contó con medidas adecuadas y de manera
sorprendente alcanzó una histórica participación del 88.4% de la ciudadanía y
su celebración no tuvo ningún efecto negativo en el alza de contagios.
La buena actuación de sus instituciones generó un proceso
pacífico y con resultados incuestionables que han permitido la continuidad
democrática con elecciones pacíficas.
En un acto de madurez democrática, el candidato Carlos Mesa
otorgó su reconocimiento inmediato ante la claridad de los resultados en las
urnas, respetando la actuación de la autoridad electoral y fortaleciendo la
confianza de la ciudadanía en ellas.
El buen manejo y la confianza de la ciudadanía en sus
instituciones le permitió a Bolivia regresar a la paz pública y continuar con
su historia de ser una nación pluricultural, con grandes desigualdades
sociales, pero caminando por la senda de la democracia.
Analizar y estudiar con atención lo sucedido en diferentes
latitudes, nos ayudará como país a llegar mejor preparados a nuestras propias
elecciones, para fortalecer y afianzar nuestra democracia, cuya construcción es
una lucha siempre inacabada.
Como Corolario, la frase de la filósofa española Victoria
Camps: “La democracia necesita una virtud: la confianza. Sin su construcción,
no puede haber una auténtica democracia”.