Felipe León López
La actual circunstancia del país
obligaría a todos los dirigentes y cuadros de los partidos políticos a
responder con altura de miras y por encima de sus intereses clientelares a
postular a candidatos más afines a los ciudadanos que dicen representar. No es
así, todos los partidos sin excepción han engrosado sus listas de candidatos
impresentables, de aspirantes con historiales oscuros y dudosa reputación, a
probados políticos que sólo han velado por intereses personales, de grupo e
incluso hasta de gobiernos extranjeros.
El proceso de selección de candidatos de
los partidos y coaliciones para este proceso electoral 2021 demuestra que no
hay políticos muertos, sino políticos pasados de vivos. Es el pragmatismo
absoluto, donde los principios ideológicos son tan cambiantes como un camaleón.
No hay una disputa de izquierdas contra derechas, sino de subasta de plazas
electorales donde los ciudadanos estamos a expensas de elegir al más barato o
más inmediato, sin importar la calidad ni la utilidad y mucho menos la
congruente ideológica.
Nuestra escena nacional es un teatro
tragicómico, en el cual participan varios de los actores que considerábamos
políticamente muertos, ya sea por sus tristes y vergonzantes trayectorias y
desempeños o porque no tienen el respaldo ciudadano. Son personajes que han
representado varias obras y diversos papeles. En general, son rostros ya
vistos, trabajos reprobados o repudiados, según el caso, y que en este momento
de supuesto “renovación” quieren volver a aparecer como protagónicos.
Se trata de la resurrección de estos
personajes, hartos conocidos por todos, como ex gobernadores, ex legisladores,
ex secretarios de Estado, ex asesores políticos de primera línea, ex
precandidatos y candidatos presidenciales, así como nacionalistas tricolores y
amarillos, ex socialistas, ex comunistas, intelectuales orgánicos del salinismo
y del neocardenismo; herederos directos de los doctrinarios panistas y hasta
del sinarquismo, entre otros que en este momento no terminaríamos de enlistar
pero que se preparan para volver a irrumpir en la escena nacional.
Los políticos revividos abren tocan
puertas en los principales partidos para ofrecer su experiencia y buenos
oficios políticos. Tienen el callo y la base clientelar para votar por ellos,
para eludir cualquier responsabilidad de su pasado.
A tal grado es la ausencia de un relevo
generacional, de la promoción de nuevos liderazgos y de representantes de la
academia, la ciencia y la cultura en los partidos mayoritarios que hacen
necesaria la presencia de los políticos de viejo cuño y hasta del espectáculo o
el deporte para que tengan posibilidad de avanzar en la próxima contienda. La
nominación de los “populares” en lugar de los pensantes son un insulto para
todo el país y ningún partido lo ha valorado de este modo. Son ellos parte de
la solución que buscan los partidos tradicionales para afinar sus armas y tener
éxito para el 2021. Pragmatismo puro
Estos son los tiempos de la política en
México: partidos políticos que no han dado oportunidad para el relevo
generacional de su clase política, que tienden a reciclar a los viejos cuadros
porque no han sabido construir las bases para tener operadores de primer nivel.
Es el reconocimiento implícito de que no existe confianza en los cuadros
emergentes.
Los partidos políticos no invierten en
la impulsión de sus cuadros emergentes, de legisladores y políticos jóvenes, de
políticos profesionales con ideologías firmes. Esa es la razón por la cual el
escenario político nacional sigue dominado por los del colmillo largo y
retorcido y sin principios, sólo con un discurso hueco y vacío lleno de
descalificaciones a los contrarios cuando son exactamente los mismos: “los
neoliberales”, “los populistas”, los “prianistas”, “los comunistas”, entre
otros.
Sin duda, existen políticos cuya
estatura, experiencia y conocimientos se hacen imprescindibles para hallar
soluciones y evitar que el país se nos vaya de las manos. En algunos países sus
sistemas permiten que los hombres de Estado, llamados así porque su posición
política a favor de las instituciones está por encima de su filiación
partidista, se inserten como senadores vitalicios, como consejeros del
parlamento o Senado. Es la garantía de que su bagaje sea a favor de la Nación y
no se desperdicie lo que el Estado invirtió en él, con independencia de su
militancia.
Pero en el caso mexicano no existe esta
posibilidad y los viejos hombres de Estado tienen que abrirse paso en la
política tradicional. Algunos de ellos están ahí, tocando puertas para que les
den una candidatura, sin embargo, otros, la mayoría, simplemente quieren
aprovechar los huecos que no son cubiertos por los cuadros emergentes.
Tal vez, siendo ilusos, los partidos
políticos podrían levantar la cabeza y mirar hacia los ciudadanos, con el fin
de hacer un esfuerzo de reflexión y madurez por el bien de la República antes
de enlistar o reafirmar a sus candidatos impresentables a los distintos cargos
de elección popular. Es momento de que haya políticos de altura, pero también
que vengan las ideas frescas con nuevos políticos que tengan el don de
construir acuerdos, de tender puentes y que siempre den posibilidad al diálogo,
a la palabra y a la consolidación de la democracia.
Contacto: feleon_2000@yahoo.com