En Contexto
Es muy probable
que para muchos ha pasado desapercibido que en la Cámara de Diputados todos los
partidos políticos deberían dedicar su máximo esfuerzo a la delimitación del
Paquete Económico para 2021 con el objetivo de crear un programa de crecimiento
bajo circunstancias globales adversas y con el pesado lastre provocado por la
pandemia del coronavirus.
Todo el esfuerzo
y la atención nacional se centró en la decisión de extinguir 109 fideicomisos sin
más argumento que la austeridad republicana y el pretexto de atender las
profundas deficiencias en el sector salud, siendo que el interés primordial fue
el de asegurar recursos suficientes para que el jefe del Ejecutivo favorezca a
las actividades y a sectores que le resulten circunstancialmente favorables en
un año electoral y económicamente complejo.
El dinero de los
fideicomisos, pasará a la estructura del Presupuesto de Egresos de la
Federación carece de definición y de objetivos claros queda la idea de que los
68 mil 400 millones de pesos resultantes se concentrarán en la Tesorería de la
Federación y de ahí la Secretaría de Hacienda hará las asignaciones por
secretaría, de acuerdo a la especialidad o necesidad del caso.
Realmente se
revivió la figura de la partida secreta que, sin duda, por el muy probable uso
discrecional de los recursos públicos ya no se llamará de esa manera porque
desde 2019 fue prohibido constitucionalmente, pero ya vemos que para mañas...
el presente se pinta solo.
La historia
indica que la partida secreta dejó de aparecer en el Presupuesto de 1922, pero
la mayoría legislativa ya desde entonces autorizaba “gastos extraordinarios e
imprevistos” que tenían una función semejante.
En 1927 las
partidas secretas volvieron al presupuesto con el nombre de “gastos eventuales
y extraordinarios” que, al año siguiente ya no se les nombró “secreta” porque el
presupuesto dejó de discutirse en la Cámara y empezó a aprobarse mediante
votación unánime.
A partir del
sexenio de Miguel Alemán, existió un ramo de “erogaciones adicionales”, que en 1952
significó el 6.5 por ciento del gasto total; en 1958, con Adolfo Ruiz Cortines subió
a 12.5 por ciento y con Luis Echeverría llegó a 24.3 por ciento del total del
gasto que manejaba directamente el presidente.
En 1982, con
José López Portillo y en plena crisis, el rubro presupuestal de las “erogaciones
extraordinarias” fue de 56 millones de dólares. Hacia 1995 y 1996 la partida
secreta fue autorizada en el mismo nivel que en 1994 por 650 millones de pesos.
Pero solamente en
1989, el primer año del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, la partida
secreta fue de 102 millones de dólares y al término de su sexenio, de 190
millones de dólares.
@lusacevedop