Adrián Camacho
Trejo Luna
En las últimas semanas ha
trascendido un supuesto memorándum del presidente de la nación a servidores
públicos e integrantes de los órganos reguladores del sector energético, supuestamente
elaborado el 22 de julio pasado en palacio nacional. (Cito entre comillas algunos
fragmentos).
A manera de exposición de
motivos o justificando la razón de su existencia, comienza con una arenga, con
un discurso anacrónico, llamando a “recuperar el pleno dominio de la
industria petrolera y eléctrica”. No estaría tan fuera de lugar en una
revista de divulgación ideológica de un partido político, pero definitivamente
no corresponde a un instrumento de comunicación intragubernamental.
Sin perder oportunidad de
revivir el discurso campañero añejo, de acusar, a todas las pasadas
administraciones neoliberales, de actuar en “una política de pillaje”, situación
que tiene buena parte de razón y ha quedado evidenciado en asuntos recientes, el
supuesto memorándum se pierde en los excesos ideológicos llamándolos “neoporfiristas”
y sin importar de que se trata de un documento oficial, no puede contener la
emoción y euforia y califica como una “engañifa” toda la reforma energética
vigente, así, en ese sectarismo feroz de buenos y malos, sin matices y sin
reconocer ningún aspecto positivo.
Continuando en ese mismo tono,
instruye puntualmente a los funcionarios a quienes va dirigida la misiva, a avanzar
“hasta el límite que permita el actual marco jurídico” y de ser
necesario “llevar a cabo una reforma constitucional, para garantizar el
principio del dominio de la nación sobre sus recursos naturales”.
Claro, no sin antes tomar brios
del respaldo heroico que toma prestado de figuras como el General Lázaro
Cárdenas del Río y Adolfo López Mateos, a quienes cita en el comunicado como
faros inequívocos de estos “lineamientos básicos de la nueva política energética
que la 4t aplicará en beneficio del pueblo y la nación”.
Y termina con una afirmación
temeraria: “No permitir que la Comisión Reguladora de Energía, el Centro
Nacional de Control de Energía y a la Comisión Nacional de hidrocarburos y
otros organismos, supuestamente autónomos, terminen como instrumentos a modo,
de simulación, serviles en benéficos del sector privado y en perjuicio del
patrimonio nacional”.
Vámonos por partes:
1.
Se trata (o debería de tratarse), según la
definición de memorandum, de un documento o comunicación escrita de carácter
oficial o protocolario que utilizan las autoridades. Su función es relacionar a los órganos
administrativos de mayor jerarquía. Pero en esta ocasión no se está comunicando
con sus inferiores jerárquicos, Da instrucciones precisas a la CRE, el
CENACE, la CNH. Organismos con un origen autónomos, descentralizados o
independientes pensados así para equilibrar poderes y la guía y toma de
decisiones de la república.
2.
Insiste
en este discurso de odio feroz contra la energía, contra toda lógica ambiental,
validez jurídica, visión económica e inercia mundial. Muestra cerrilidad en sus
comentarios. Sus asesores y quienes están al frente de las instituciones del
sector no le ayudan aconsejándolo de pelear contra la ilustración. El rencor y
la vileza que proyectan sus altos funcionarios contra la iniciativa privada,
nacional o extranjera, lo dejan muy mal parado y lo exhiben.
3.
Nadie
está justificando o exculpando a las pasadas administraciones. Si alguien actuó
fuera de la ley o tuvo beneficios indebidos al amparo del poder, que los
detengan, que los juzguen y los castiguen. Pero cuidado con equivocarse de
adversario, la IP no es el enemigo y mucho es lo que está en juego:
Inversiones, empleos, desarrollo, suficiencia energética, tratados
internacionales. Bien vale la pena estudiar a fondo el asunto antes de tronar
bombas mediáticas. La ignorancia técnica y jurídica que han demostrado sus
funcionarios en la materia, (ya la SCJN les ha enmendado la plana en varios
intentos) y los resabios revanchistas y ajustes de cuentas contra la iniciativa
privada sin matices, no ayudan al Presidente.
4.
La
reflexión final es para que no pierdan la ocasión del paso por la historia y la
oportunidad de trascender. Sería ridículo pasar del discurso de “venimos los
que vamos a cambiarlo todo” al de “venimos y lo descompusimos todo”.