Los mexicanos vivimos entre la fantasía generosa y la realidad ingrata. Es mucha la desproporción. Y su fundamento no es tanto nuestra historia, sino las creencias sobre nuestro pasado. La tragedia y la gloria se entreveran y se engañan una a la otra. La interpretación del presidente de la historia es justa medida de ello.
Somos lo que nos permitimos o dejamos que otros hagan por interés, confusión o dogma. En la tradición política, la autoridad dicta no representa, y ésta la arropa. Se representaba a la revolución, después a la soberanía popular o mandato democrático; hoy es más simple, se representa al pueblo siempre explotado, siempre olvidado. Al amparo de este concepto, quienes gobiernan ahora mandan, deciden y se imponen. Les da resultado, como lo corrobora la adhesión mayoritaria a López Obrador.
Se respalda a la persona que gobierna, no al gobierno. Su origen es la propaganda y el consistente martilleo matutino presidencial, pero también la empatía. La mayoría de los mexicanos prefiere la fantasía que reconforta y alivia sobre la realidad amarga, no pocas veces dolorosa.
La polarización es de las minorías, no de la mayoría conforme con la realidad que ve, escucha y acontece. La aceptación representa una medianía que se expresa en la encuesta de apoyo a la persona que gobierna, no necesariamente al partido ni su proyecto político. Por eso la distancia entre el acuerdo presidencial y el voto por su partido o movimiento.
La polarización, representada por dos minorías sustantivas y de aproximadamente 15 o 20 por ciento en cada extremo, es relevante en diversos sentidos. Primero, entender que el frágil consenso requiere de reiteración y de excesos propagandísticos, como hace el actual gobierno. Segundo, el juego lo emprenden y dirigen minorías que se asumen mayorías.
¿Por qué gana Morena? No está claro que haya ganado en 2021. Su eficacia electoral en estados de relevancia contrasta con el desplome de votación en los centros urbanos y metropolitanos del país. Los triunfos estatales, en su mayoría, fueron por muy estrecho margen y, en algunos casos, con intervención del crimen organizado. No es por regatear triunfos; los números sirven para una reflexión sobre quién gana y quién decide la elección. No lo revelan las encuestas, son los resultados a nivel de sección electoral, los números duros de los votos.
¿Ganará Morena las ocho gubernaturas previas a la elección presidencial? Muy probablemente prevalecerá en cinco de seis en este año, pero podría perder dos de dos en el año previo a la elección de 2024. Son dos casos relevantes; el triunfo del PRI en Coahuila le daría respiración a un partido en proceso de extinción, el éxito en el Estado de México del bloque opositor -más que ningún otro-, sería premonitorio de los comicios de la Ciudad de México y en los del Congreso.
¿Puede ganar Morena la elección presidencial? Sí, con incertidumbre. La duda mayor es si habrá unidad al momento de resolverse la candidatura presidencial. Los partidos pequeños, como PT, PVEM y PRI, están urgidos de un candidato fuerte que contrarreste la debilidad o desprestigio de la organización política. Ahora que, si subsiste el bloque opositor y se construye una candidatura atractiva al elector, la competencia será más reñida de lo que desde ahora se anticipa. No debe descartarse la alternancia.
Más allá del resultado en la elección presidencial, el escenario más probable para 2024 es el retorno de la pluralidad. Un presidente sin mayoría legislativa; estados, congresos locales y municipios gobernados por diferentes partidos, y un resurgimiento vigoroso de la libertad de prensa y del escrutinio social al ejercicio del poder. ¿Los perdedores aceptarán al ganador? Difícil. Está por verse.
Federico Berrueto en Twitter: @Berrueto