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Daniela Castañeda Chico
Es tiempo de mujeres, repiten quienes hablan de que la Rectoría de la UNAM “le toca” a una mujer. Incluso algunos que reproducen esa especie, aseguran que la Junta de Gobierno está cada vez más sensible a esa opción para el futuro inmediato de la Universidad.
La versión ha cobrado fuerza a partir de un evento de Enrique Graue con un grupo de feministas radicales, encabezadas por Tamara Martínez, coordinadora para la Igualdad de Género de la UNAM, difundido de forma especial por la plataforma UNAM Global. En su intervención, Graue se presentó como el impulsor de la igualdad de género en la UNAM, algo insostenible si se analizan los resultados de su gestión, su cerrazón frente a las quejas de víctimas y su protección a funcionarios acusados judicialmente por acoso. Sin embargo, sus interlocutoras en el evento señalaron que la igualdad de género será su legado como rector y eso puede ser utilizado por un hombre que termina su gestión cargado de pasivos, cuentas pendientes y desprestigio para la institución por su inacción personal, pero que podría ocultar todos sus yerros con el disfraz de rector feminista.
Si la Rectoría de la UNAM se decide por un criterio de género, la Junta de Gobierno habrá faltado, como nunca antes, a su responsabilidad con la comunidad universitaria y la sociedad, pues la institución es una pieza demasiado importante en el entramado social, y en el proyecto nacional, para reducir su futuro a una cuota de género.
Siempre es tiempo de mujeres, pero de mujeres inteligentes, capacitadas y capaces, que llegan a los cargos de responsabilidad por ser los mejores perfiles, no por su género. Lo otro es el vergonzoso camino de las Juanitas.
De hecho, en la decisión sobre el próximo rector, o rectora, la Junta de Gobierno de la UNAM mostrará su propio nivel de compromiso con la autonomía universitaria. Al día de hoy, las lecturas e interpretaciones sobre el proceso de elección del nuevo rector han sido tan claras, que ya existen dos escenarios evidentes de abdicación, desde la Junta de Gobierno, a esa autonomía que tanto ponderan los discursos universitarios.
El primero escenario es la designación de un Rector, o rectora, afín a la 4T. Eso indicaría, sin duda, la claudicación de la Junta frente a López Obrador y su grupo político, que buscan controlarlo todo.
El segundo escenario es la designación de una mujer como rectora porque, sin quitarle méritos, que los tienen de sobra, ninguna de las tres que continúan en la contienda tiene lo que se necesita en el contexto actual para dirigir la UNAM.
De las tres: Patricia Dávila, la favorita de los grupos feministas y del rector Graue, además de Guadalupe Valencia, tienen el grave problema de no conocer la UNAM como alumnas, pues haber pasado por las aulas del postgrado nada tiene que ver con vivir las condiciones de la gigantesca mayoría de los estudiantes universitarios, ubicados en el Bachillerato y en la Licenciatura. Si la Junta de Gobierno piensa que la UNAM no es capaz de producir a un rector, o rectora, salido de sus propias aulas y no simplemente barnizado de azul y oro, entonces la institución y la propia Universidad están en una crisis mayor a la que se exhibió, cuando no se logró procesar adecuadamente el caso de plagio de Yasmin Esquivel, intencionalmente enredado y archivado por Graue.