El cerebro humano tiene dos características que hay que comprender y aprovechar a nuestro favor. Por una parte tiende a ser conservador y quedarse con lo que nos aporta bienestar, tranquilidad y seguridad. Un vínculo de pareja debería ser, básicamente, algo que reúne estas tres características.
Por otra parte, el cerebro necesita una dosis de novedad, algo diferente que nos saque de la rutina y nos permita crecer. Uno de los retos principales a los que se enfrentan las parejas es lograr ese equilibrio entre la estabilidad y la renovación. Se trata de una clave de éxito para disfrutar de una pareja sana que también crece y cambia con el tiempo.
Es muy importante recordar que la pareja la constituyen dos personas que están en procesos diferentes de cambio. Es necesario sincronizarse continuamente si queremos una relación respetuosa, igualitaria y sana. De la misma manera toda pareja atraviesa fases de crecimiento y crisis donde aparecen necesidades nuevas que hay que atender. Es como las actualizaciones informáticas que permiten que un programa se desarrolle y siga funcionando.
Las personas somos seres sociales y necesitamos crear y mantener vínculos estables y relaciones a largo plazo para sentirnos bien
También es verdad que vivimos en una cultura que idealiza a la pareja como la forma perfecta de estar en el mundo. La pareja o el estado «en pareja» se ha idealizado en exceso sin facilitarnos modelos coherentes ni habilidades de comunicación que lo sostengan y ayuden a enfrentar los conflictos. Carecemos de una educación afectiva positiva que facilite vivir en pareja de forma sana. Ese sigue siendo un reto y una asignatura pendiente para personas de todas las edades.