Hay muy pocas cosas o aspectos del ser humano que podamos considerar naturales. Por naturaleza somos seres sociales y prácticamente todo es cultural y aprendido: desde la manera de entendernos como mujeres y como hombres, los modelos de pareja que cambian con el tiempo y las modas o el mismo concepto de pareja y de fidelidad en la misma.
Lo natural, sin lugar a dudas, es que las personas necesitamos crear y mantener vínculos estables y relaciones a largo plazo para sentirnos bien. Cubrimos así nuestra necesidad básica de seguridad emocional. La familia, la pareja y las amistades constituyen nuestra red afectiva que aportan a nuestra identidad y estabilidad psicológica.
Esta red afectiva de apoyo la constituyen aquellas personas significativas con las que nos vinculamos de forma profunda. Y existen dos tipos de personas: las que no elegimos, que son con las mantenemos un vínculo de sangre (madres, padres, hijos e hijas, primos…). Y las personas sin vínculo directo que son las que elegimos libremente y que satisfacen otras necesidades psicoemocionales. Se trata de las amistades y las relaciones de pareja.
La pareja significa para la mayoría de personas un vínculo muy especial, central en su vida, alguien en quien poder confiar plenamente y con quien construir un proyecto de vida juntos.