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Fin de una constitución tramposa

por Redacción
28-10-2020

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El domingo pasado fue día de fiesta en Chile: mediante un plebiscito histórico aprobaron, con gran entusiasmo, crear una nueva Constitución para sustituir la de 1980 de la dictadura Pinochetista, bautizada como la “constitución tramposa”. Ni la pandemia fue capaz de impedir la aprobación de la mayoría por el cambio constitucional.

 

La experiencia en la mayoría de nuestros países latinoamericanos muestra lo difícil que es avanzar en la reivindicación de los derechos ciudadanos frente al poder gubernamental, que se enquista en las resistencias más conservadoras dificultando moverse en dirección contraria.

 

Los ideólogos de la Constitución Pinochetista, deficitaria, le colocaron tales candados con requisitos de extenso quórum, que obliga a quien logra el poder a ceñirse a lo establecido, haciéndola casi imposible de modificar. Una especie de encarcelamiento “legal” de la democracia.

 

En la experiencia chilena podemos observar además, entre otros temas: las relaciones entre la democracia y el constitucionalismo; los mecanismos del cambio constitucional; el contenido de la propuesta de cambios; y los ideales que animan esa propuesta, para lograr legitimidad junto a la legalidad.

 

Aún les falta mucho camino por recorrer, pero ya iniciaron. En abril de 2021 se elegirá la convención constituyente que redactará y aprobará la propuesta del texto de Nueva Constitución, en un plazo que puede llegar hasta doce meses. Concluido el término y la propuesta, el Presidente convocará, en un plazo de 60 días, a un nuevo plebiscito para refrendar la nueva Constitución. La esperanza es que al final, el país logre salir de esa crisis que data de finales del siglo pasado, desde el golpe de Estado a Salvador Allende.

 

La Constitución obviamente no va a satisfacer las más ingentes demandas de la sociedad chilena, como son el aumento de las pensiones, mejor educación o salud; en cambio sí logrará atender a la legitimidad de las instituciones, hoy por hoy cuestionadas, para que respondan a esas demandas y muchas más.

 

Cada país, con su propia historia, su idiosincrasia, con sus problemas y demandas, con sus recursos y posibilidades, es diferente, pero es motivo de alegría ver a un pueblo hermano como el chileno, que se levanta con fuerza de una crisis terrible, que ha dejado secuelas para siempre. Familias divididas, población que dejó a su país para ir a formar otras familias, sus desaparecidos, o quienes fueron torturados en las cárceles y muchos más que perdieron la vida por el abuso de los militares, bajo el mando del dictador Pinochet y sus secuaces. Que pronto superen esta grave y complicada situación._