Felipe León López
Es Guerrero un estado cuya gente da
honor a su nombre: guerreros, combativos y rebeldes, quienes han desafiado más
allá de lo institucional al estado opresor, al viejo régimen y a un modelo
político caciquil. Es quizá la entidad más difícil de gobernar por sus grandes
contrastes sociales, la politización el activismo social y la violencia de los
grupos delictivos que disputan el control territorial y su riqueza.
Guerrero es un estado progresista,
identificado con las causas y banderas de la izquierda. Desde la década de los
60 a los 80 del siglo pasado, hubo movimientos armados campesinos y del
magisterio y estudiantiles que derivaron en organizaciones políticas de
izquierda que una vez en el PRD -y ahora en MORENA- lograron la derrota del
priismo y abrieron la esperanza de un gobierno diferente. Sin embargo, el poder
político terminó por corromper a esta izquierda y a convertir en los partidos
en meras franquicias que terminaron infiltradas por el crimen.
Esta historia del fracaso de la
izquierda en Guerrero comenzó con el ascenso de la alianza empresarios y
activistas sociales que llevaron a Zeferino Torreblanca al gobierno estatal y a
Félix Salgado Macedonio en el municipio de Acapulco. Ese lejano 2005 parece no
haber quedado atrás porque los actores de entonces que demostraron su fracaso
están ahí otra vez, aprovechando la desmemoria ciudadana.
El crimen organizado los desafío, los
provocó, los arrinconó y los midió desde el primer día de su gobierno, dejando
un saldo de poco más de diez años de sangre. El asesinato de Armando Chavarría
representó un asesinato político de alta precisión, pues no sólo marcó a un
gobernador sino a un proyecto político: el de la izquierda perredista, esa
misma que postuló a Ángel Aguirre Rivero, y que poco a poco se mudó a MORENA;
esa que llevaron a criminales al poder y que fueron cómplices de la
desaparición de 43 estudiantes normalistas rurales y que este 2021 nuevamente
postulan a Félix Salgado al gobierno estatal.
Abel Barrera Hernández, director del
Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, publicó el 20 de agosto
del 2016 en La Jornada que “En el macizo de la Sierra Madre del Sur, donde por
siglos ha campeado la pobreza, los pueblos que resisten contra el infortunio se
desangran por la violencia criminal. La guerra fatídica contra el narcotráfico
dejó una estela sangrienta de 16 mil 359 asesinatos entre 2005 y 2015”. Es
decir, diez años del PRD como gobierno.
“El silencio de los pueblos de la Tierra
Caliente de Guerrero está marcado por el terror impuesto por las organizaciones
delincuenciales. Nadie se atreve a romper las cadenas del oprobio. Las mismas
autoridades municipales no sólo han sucumbido ante el crimen organizado,
también son víctimas de sus pactos y complicidades inconfesables”, remarcó el
informe firmado por Barrera Hernández.
Eso explicó la caída de la izquierda
perredista (hoy en su mayoría morenista) y el regreso del PRI al gobierno
estatal con la oferta de contener la violencia y recuperar el tejido social
contaminado por la delincuencia. De acuerdo con El Sur de Acapulco, Héctor Astudillo
Flores, desde el 27 de octubre del 2015, recibió una entidad con un
impresionante número de desapariciones, muertes, boquete financiero por más de
4 mil millones de pesos, desorden social, político, económico y un clima de
narcoviolencia, heredado de tres gobernadores perredistas, que colocaron a
Guerrero en los primeros lugares de todo lo negativo (inseguridad: más 16 mil
muertos; desgobierno) y los últimos lugares en inversión, educación y
desarrollo humano.
Los gobiernos del PRD abrieron las puertas
a grupos de interés externos al partido y al proyecto de “la izquierda
revolucionaria”, dando paso a militantes de dudosa reputación que alcanzaron
alcaldías, diputaciones locales y federales, así como cargos públicos. Se
envolvieron en escándalos, en redes de corrupción y complicidad, y en tender
una red clientelar que es la explicación de que nuevamente varios de esos
personajes ganen candidaturas y cargos de elección popular.
Hace 16 años las izquierdas que dieron
vida al PRD en Guerrero tuvieron la oportunidad histórica de hacer un gobierno
distinto y no fue así: fueron un rotundo fracaso en todos los órdenes.
En el 2018 la fuerza política de Andrés
Manuel López Obrador revivió a Félix Salgado Macedonio haciéndolo senador de
nueva cuenta, cuando estaba en franco retiro político y hoy, en 2021, se ha
convertido en un candidato al gobierno estatal que tiene repercusiones
nacionales, pues es claro que podría ganar la gubernatura por esa red
clientelar, pero el impacto negativo pesará en otras entidades con el voto de
castigo de las mujeres. Más aún, con juicio o sin él, la marca negativa de su
candidatura está pegando en la reputación de la 4T en el mundo. Y como pasó
hace 16 años, una vez más le podrían quedar a deber a Guerrero y a su historia
de lucha y rebeldía; los guerrerenses no merecen este trato.
Contacto: feleon_2000@yahoo.com