El hipospadias es un frecuente defecto congénito (los niños nacen con él) en el que la uretra no se desarrolla completamente y el orificio por donde se orina (meato urinario) no alcanza su posición habitual en el extremo del glande. Puede asociar malformaciones en el pene, escroto u otros elementos del aparato urogenital.
La causa concreta es desconocida, aunque se acepta que se originan por una combinación de defectos genéticos y factores ambientales, entre los que se han sugerido la elevada edad materna, la toma de hormonas por parte de la madre durante el embarazo o los tratamientos de fertilidad.
Una correcta exploración física por parte de un experto es todo lo que se necesita para establecer el diagnóstico. Debe prestarse atención no solo a la posición del orificio uretral sino a la morfología del pene, la presencia de curvatura en el mismo y las anomalías asociadas.
Según la posición del meato se suelen clasificar como distales o subcoronales (a nivel del glande), mediales (en el tercio medio del pene) o proximales (tercio proximal del pene, escroto o periné). Cuanto más “abajo” está el meato, más complejo es el defecto, más anomalías asocia y más difícil resulta su reparación.
La cirugía es el tratamiento de la mayoría de los casos. Tiende a realizarse dentro de los dos primeros años de vida y, en casos complejos, puede requerir varias intervenciones. El objetivo es doble: construir una uretra de calibre y posición que posibilite las micciones y la fecundación sin incidencias y conformar el pene para que pueda permitir una actividad sexual completa en el futuro. Las técnicas quirúrgicas para reparar este defecto pueden ser complejas y, por ello, deben ser llevadas a cabo por especialistas en centros de referencia.
Resulta muy habitual que durante la cirugía se deje una sonda que sirve de molde para la uretra y que permite vaciar la vejiga sin humedecer la zona intervenida. Esta sonda se suele dejar durante varios días en función de la complejidad de la reconstrucción.