Como se ha señalado en ocasiones anteriores en este mismo
espacio, la crisis sanitaria ha venido a agravar un problema social mucho más
profundo y antiguo: la violencia contra las mujeres.
Según cifras reportadas por el Centro de Investigaciones y
Estudios de Género de la UNAM, en el periodo comprendido de marzo a julio de
este año, la Red Nacional de Refugios atendió a 23,303 mujeres que reportaron
haber sufrido violencia familiar y de género, cifra que representa un
incremento del 71% en el número de atenciones, con referencia al mismo periodo
del año 2019.
Es importante recordar que desde antes de la pandemia
provocada por el covid-19, la violencia contra la mujer ya se encontraba en
altos niveles provocada por una detestable cultura del privilegio y la
desigualdad, la cual ha naturalizado jerarquías sociales, discriminaciones y
violencia contra las mujeres en todos los ámbitos.
Las universidades no son la excepción. A pesar de que los
centros de educación superior deben ser espacios de respeto y tolerancia en
todos los sentidos, la violencia y el acoso contra las mujeres se produce de
manera inaceptable, debido a que habrá que admitir que son también reflejo y
síntesis de la sociedad a la que pertenecen. No es justificación vana, sino
causa localizable y atendible.
Hacer realidad el mandato constitucional de que la mujer y
el hombre son iguales ante la ley requiere de un cambio en la cultura y la
educación de toda la sociedad, a efecto de tratar de desterrar —de una vez por
todas— cualquier expresión de violencia hacia las mujeres.
Con el compromiso expreso de colaborar en ello, la Facultad
de Derecho de la UNAM el domingo pasado organizó una gran ceremonia inédita —a
distancia, debido a las circunstancias actuales— para dar la bienvenida a la
nueva generación de jóvenes estudiantes que serán los juristas del futuro de
nuestro país.
Se ha establecido la costumbre de bautizar a cada generación
con un nombre que los identifique a lo largo de la historia. En razón de ello y
sensibles a nuestro propósito de combatir la violencia contra las mujeres, la
nueva generación lleva por nombre: Generación de la Igualdad de Género.
El mensaje estelar de bienvenida estuvo a cargo del ministro
presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Arturo Saldívar, quien
señaló a las alumnas que su reto es romper los techos de cristal; y el de los
alumnos es “tomar una actitud distinta con la mujer, de respeto y apoyo a su
libertad, a su igualdad y al derecho que tienen de pensar, de vestirse,
dedicarse y de hacer lo que mejor les plazca, sin que nada de esto sea motivo
para que se les moleste, se les acuse o se les discrimine”.
Y es que como bien advierte el ministro presidente, las
instituciones de educación superior deben asumir de manera plena la obligación
de contribuir para que las nuevas generaciones de profesionistas que se forman
en sus aulas logren vencer los prejuicios y anquilosadas prácticas de la
sociedad sexista en la que han crecido. Debemos entender y comprender que sólo
procesos educativos que impulsen mentalidades modernas, democráticas e
igualitarias, que hagan de los derechos humanos y la perspectiva de género el
sentido común de comunidades e instituciones, se podrá poner fin al lacerante
mal de la violencia de género. La Facultad de Derecho está lista para iniciar
esta cruzada.
Como Corolario la frase del educador, autor y teórico social
Jackson Kats: “Calificar la violencia de género como asunto de mujeres es parte
del problema. Da a una enorme cantidad de hombres la excusa perfecta para no
prestar atención”.