Raúl Contreras Bustamante
Desde marzo de 2020, el Sistema Educativo Nacional de México
—en todos sus niveles— ha enfrentado en materia educativa uno de los desafíos
más grandes en toda su historia, consecuencia de la pandemia de covid-19.
Ante el cierre temporal de las escuelas —tanto de carácter
público como privado— se implementaron clases a distancia. Lo anterior ha
impactado de manera terminante en los resultados de los últimos ciclos
escolares.
Las cifras e informes internacionales señalan que —incluso
antes de la pandemia— el mundo ya padecía una crisis educativa, por demás
dolorosa e inaceptable, pues más de 250 millones de niños no estaban acudiendo
a la escuela.
De manera reciente, el Instituto Nacional de Estadística y
Geografía dio a conocer la Encuesta para la Medición del Impacto Covid-19 en la
Educación.
El objetivo del estudio es conocer la huella que dejará la
cancelación provisional de clases presenciales en las instituciones educativas
del país, en el rango de niñas, niños, adolescentes y jóvenes de 3 a 29 años.
Los resultados son todo menos alentadores.
Para el ciclo escolar 2019-2020 se encontraban inscritos
33.6 millones de estudiantes en los diferentes niveles, de ellos, 734.7 mil no
concluyeron el ciclo escolar, siendo segmentados de la siguiente manera: 98.2
mil de preescolar; 146.1 mil de primaria; 219.2 mil de secundaria; 181.3 de
educación media superior y 89.9 mil de superior.
Del 100% de las deserciones, el 58.9%, es decir, 435 mil,
fueron motivadas por un tema relacionado a la pandemia por covid-19, entre los
que destaca que: el 28.8% perdió el contacto con sus maestros o no pudo hacer tareas;
en el 22.4% de los casos, alguien de la vivienda se quedó sin trabajo o se
redujeron los ingresos, lo que motivó la deserción del alumno. Por otra parte,
17.7% de los estudiantes que abandonaron la escuela carecía de computadora o de
conexión a internet.
De los casi 90 mil estudiantes de educación superior que
abandonaron sus estudios durante el ciclo escolar 2019-2020, más del 44% lo
hizo por causas relacionadas con covid-19, es decir, más de 40 mil estudiantes
universitarios.
Aunado a lo anterior, el Inegi advierte que, para el ciclo
escolar 2020-2021, 2.3 millones de estudiantes no se inscribieron a causa de la
pandemia y se reporta que 2.9 millones tampoco lo hicieron por falta de
recursos no asociados a la epidemia. Como podemos ver, una pandemia aún más
cruenta impide el acceso a la educación en nuestro país: la pobreza.
Los datos anteriores sólo han venido a confirmar lo
advertido hace unos meses. La crisis generada por el virus SARS-CoV-2 ha
causado la mayor disrupción que haya sufrido nunca antes la educación en el
mundo; y nuestro país no ha sido la excepción.
Por ello, hoy más que nunca la responsabilidad de las
autoridades educativas y las instituciones escolares es mayúscula. La
continuidad de las clases sólo es el primer reto —pero indispensable, para no
profundizar más la brecha de desigualdad—, pues aunado a ello se encuentra la
necesidad de asegurar que las y los alumnos cuenten con acceso a las nuevas
tecnologías, hoy imprescindibles para aprender.
Debemos recordar que interrumpir la educación de un
estudiante es uno de los mayores riesgos, pues coarta su derecho humano a la
educación, lo que le impide tener una vida digna y poder conocer, entender,
ejercer y defender sus demás derechos.
Como Corolario, la frase del abogado y político sudafricano,
Nelson Mandela: “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para
cambiar el mundo”.