La decisión de las estructuras formales del PRI de expulsar del partido al exgobernador oaxaqueño Ulises Ruiz Ortiz llega en los tiempos políticos de endurecimiento del Grupo Peña Nieto para mantener el control del partido para las negociaciones que vienen con Morena en el Congreso y en la presidencial de 2024.
En los últimos meses el exgobernador Ruiz Ortiz ha venido creciendo su crítica al control del PRI por parte del expresidente Enrique Peña Nieto, Luis Videgaray Caso y Aurelio Nuño Mayer como escenario del llamado “pacto de impunidad” de los peñistas con el gobierno de Morena que llevaron al tricolor a la derrota pactada del priísta/no-priísta José Antonio Meade Kuribreña.
La estrategia peñista para el PRI tiene que ver con la nominación de un candidato priísta a la presidencia para el 2024 fuera de la Alianza Opositora, como otro favor de Peña Nieto al candidato de Morena-AMLO a la presidencia. En este contexto, el Grupo Peña necesita un PRI bajo estricto control. El dato filtrado hasta ahora indicaría que el PRI no participaría con candidato aliado con el PAN (el PRD en 2024 será ya inexistente) y con ello debilitaría a la oposición.
Una cosa es que el PRI sea irreformable e imposible de democratizar por razones de ADN de origen y otra cosa que haya ido perdiendo sus espacios de compensación de grupos y de relativa pluralidad. Uno de los pivotes del activismo del exgobernador Ruiz Ortiz en el PRI ha sido exigir la expulsión de Peña Nieto del partido bajo la acusación de ser el responsable de la debacle del partido en el corto periodo 2016-2018 con la nominación de candidatos a gobernador marcados por la corrupción y la designación de un priísta/no-priísta como candidato presidencial. Peña perdió siete gubernaturas en 2016 y llevó la votación del PRI de 33% --sin el Verde-- en 2012 a 13% --sin el Verde ni Nueva Alianza-- en 2018.
En el escenario político de reconfiguración morenista del PRI, el caso de Ruiz Ortiz es apenas una parte de la agenda de pasivos priístas no debatidos y menos resueltos y revela la preocupación de la dirigencia formal del PRI por fracturas internas más profundas por la situación del partido.
El dilema del PRI no se mueve en el escenario de la imposible recuperación de espacios de poder o de fuerza corporativa, sino del futuro de su alianza con el PAN que le quitó espacio territorial en el 2016 con seis gubernaturas y las razones estratégicas del PRI en las elecciones presidenciales de 2024 por el pacto de impunidad firmado con el gobierno morenista.
El Grupo Peña Nieto que mantiene el control del PRI está urgido de aplacar los debates internos y está mucho más preocupado por evitar denuncias contra Peña Nieto y su prioridad legislativa va a radicar en alianzas con Morena en la agenda presidencial.
Para que no existan dudas, el poder formal en el PRI pasó al jefe de la bancada priísta, el exgobernador coahuilense Rubén Moreira, dejando al presidente del CEN en un diputado más de los pocos que llegaron por la vía plurinominal.
En este sentido, el caso Ruiz Ortiz tiene que ver menos con el exgobernador oaxaqueño y mucho más con los brotes de indisciplina priísta en las decrecientes bases que han sido abandonadas por los grupos de poder que controlan al partido. En todo caso, en el PRI duelen las frases hirientes de Ruiz Ortiz, como la que señaló en una carta al informar a sus seguidores de la expulsión: “¿pretende fortalecer al PRI desde Palacio Nacional mediante acuerdos en lo oscurito?”
El futuro de la Alianza Opositora podría no pasar la prueba de fortaleza interna en los partidos agrupados: el PRD ha desaparecido del escenario político, el PAN se ha polarizado entre derecha y ultraderecha y el PRI ha comenzado una depuración estaliniana contra voces disidentes que piden prácticas democráticas indispensables e impensables dentro del tricolor.
El PRI se le ha deshecho a Peña Nieto entre las manos. Los golpes democráticos en los sindicatos de la CTM como parte de los acuerdos laborales firmados por Peña Nieto también están dejando al partido sin pilares corporativos, pues la CNOP está liquidada, la CNC no representa a los campesinos y el sector obrero está sido aplastado por la democracia sindical.