No hay recesión y, sin embargo, EU y México entraron en recesión
La inflación tomó por sorpresa a dos de los más importantes estrategas de la economía estadounidense: el premio Nobel Paul Krugman y la secretaria del Tesoro y jefa de la Reserva Federal 2014-2018 Janet Yellen habían pronosticado que la multibillonaria inyección de circulante del Gobierno de Biden para enfrentar el frenón productivo de la pandemia iba a reactivar la economía sin afectar los precios.
En las últimas dos semanas se estableció una verdadera guerra política y burocrática entre la Casa Blanca y los persistentes programas con dinero artificial y el sistema de la Reserva Federal con el manejo de tasas de interés al alza para disminuir las presiones sobre los precios. Lo malo de esta batalla es que ambos bandos están enfrentados para negar/reconocer la inflación y nadie parece preocuparse por replantear el discurso técnico de la recesión.
La primera plana del periódico New York Post del viernes fue una bofetada a la Casa Blanca: sobre un fondo blanco aparece la palabra re-ce-sión y en cuatro líneas reproduce la definición del diccionario sobre la palabra recesión: “un período de declinación económica temporal durante el cual el comercio y la actividad industrial se reducen, generalmente identificada por una caída en el producto nacional bruto en dos sucesivos cuatrimestres.” “El país está en las profundidades de la recesión”.
Aún con el dato del alza en las tasas de interés el jueves y la información de dos trimestres de crecimiento negativo, la Casa Blanca siguió insistiendo en la negación de la recesión La argumentación del Gobierno de Biden es casi calcada de la del Gobierno mexicano: “los niños indocumentados y sin techo (que reciben subsidios gubernamentales en efectivo) no están en recesión”, pues tienen recursos para ejercer el gasto, aunque la inflación responde a ese exceso de circulante improductivo.
En el escenario de la nueva alza en las tasas de interés el jueves pasado, la inflación en Estados Unidos se colocó en 9.1% y en México en 8.1%, con mensajes de la propia economía de qué vendrá todavía otro trimestre de alza en los precios para romper la barrera de los dos dígitos (10%), y paulatinamente pudiera venir un proceso de desaceleración estimulada por otros dos previsibles aumentos en tasas de interés que estaría preparando la FED ante la sordera de la Casa Blanca para disminuir el incremento del gasto sin apoyo productivo y solamente poniendo a trabajar a la máquina de hacer billetes.
La economía mexicana estará atada a los vaivenes de la inflación y las tasas de interés y el Banco de México ha dejado entrever que aumentará casi el mismo ritmo las tasas locales de interés, a fin de no establecer una competencia desleal con los réditos estadounidenses que pudieran jalar los capitales mexicanos especulativos, pero con rangos internos de tasas de interés bancarias mucho más graves para los inversionistas y los usuarios de servicios, sobre todo los que siguen atados a intereses no fijos y los millones de usuarios de tarjetas de crédito cuyos rangos de intereses antes de las alzas andaría en promedio en 70%.
La economía mexicana ha entrado en un ritmo de desaceleración similar al estadounidense. Lejos, muy lejos, está el compromiso presidencial de un promedio de 4% anual del PIB, con los dos primeros años del sexenio con 2% y los dos últimos años de 6%; las cifras esperadas de crecimiento económico a 2023 serán de un promedio anual de 0% y el rango de reactivación que prevé Banco de México a partir del 2024 apenas llega a 2%.
La argumentación mexicana se basa en el hecho de que las obras insignia del Gobierno siguen trabajando y generando empleo y salarios, los programas sociales se siguen desparramando de manera directa ante una población de ingresos en rango de pobreza y el presupuesto público se financia con una agresiva política recaudación fiscal. Sin embargo, las últimas cifras del PIB mexicano del primer semestre adelantadas el viernes revelan una desaceleración de las actividades agropecuarias e industriales y apenas manteniendo de la actividad de los sectores de servicios que todavía siguen reactivándose con muchas dificultades desde el tropiezo de -8.1% del PIB del 2020 por el frenón productivo y el confinamiento obligatorio.
Aceptada la vieja teoría de la recesión impuesta, la nueva que responde a gobiernos que manejan “otros datos”, de todos modos, las expectativas de crecimiento económico para Estados Unidos y México serán de alrededor de 1% en 2022 y 2023, con posibilidades inclusive de registrar cifras negativas. y los números no ocultan que sí hay una recesión en las dos economías.