México y Estados Unidos están viendo la crisis de migración como un problema de legalidad fronteriza y de ingobernabilidad en los países de los migrantes. Sin embargo, todos los indicios revelan qué se trata de una severa crisis del capitalismo y su sistema social y del modelo de seguridad nacional geopolítica.
Estados Unidos ha endurecido sus mecanismos de supervisión migratoria por el temor a la infiltración del crimen organizado y de organizaciones terroristas que luchan contra el modelo estadounidense. La exigencia de la Casa Blanca se reduce a utilizar a México como un muro trumpiano de contención del flujo de personas que solicitan asilo por razones de violencia y pobreza en sus países de origen.
La propuesta de México insiste en utilizar los programas de empleo temporal como el de sembrando vida --contratar personas para la siembra de árboles--, pero sin reconocer que las caravanas de migrantes están formadas por grupos sociales excluidos del precario bienestar local y por víctimas de la violencia criminal asociada al tráfico de drogas hacia Estados Unidos.
Detrás de las caravanas de migrantes se localizan cuando menos tres crisis muy profundas: la crisis del capitalismo central que ha sido incapaz de contribuir a una mayor actividad económica y derrama social en los países asociados, la crisis específica de la globalización por la incapacidad del sistema productivo estadounidense de contribuir a mayor dinamismo productivo en los países articulados y la crisis de seguridad en las naciones latinoamericanas y caribeñas por la proliferación del crimen organizado en naciones que aportan drogas a los consumidores en Estados Unidos.
La globalización había sido asumida por la Casa Blanca como una propuesta geopolítica de búsqueda de mejores niveles de bienestar en sus asociados para alejar el fantasma del radicalismo ideológico comunista que alentaba el sentimiento antiestadounidense en los países asociados. La economía de EU habría de suponer que la integración contribuiría a una mayor actividad económica en los países integrados y a mejores niveles de bienestar a través de empleo y salarios.
Inclusive, la globalización entró en crisis cuando los productos estadounidenses no encontraron en sus países asociados los mercados de consumo. EU, por ejemplo, estimó el tratado con México en función de un mercado de consumo de más de 100 millones de personas, pero en los hechos la capacidad de consumo del mercado interno mexicano fue mucho menor y por lo tanto los beneficios para la economía estadounidense también se redujeron.
La crisis se complica no solo por la presión de cientos de miles de personas en la frontera mexicana de Estados Unidos a la espera de cruzar de manera legal o ilegal el territorio estadounidense y suponer que casi de inmediato encontrarán empleos, salarios y bienestar. Algunos medios han logrado reflejar el dramático nivel de vida y zonas de confinamiento en que viven los trabajadores no estadounidenses y las condiciones de sobreexplotación de mano de obra, aunque al final esos trabajadores han aceptado el sacrificio del mítico sueño americano con tal de enviar dinero a sus familias en sus países de origen.
La crisis migratoria se agrava ante la incapacidad de la Casa Blanca para entender la lógica detrás de las caravanas y también por la gravísima irresponsabilidad de los países latinoamericanos y caribeños que han sido incapaces de buscar nuevas formas de producción y desarrollo social y que ven hasta con satisfacción y tranquilidad que cientos de miles de sus habitantes prefieren irse a vivir a Estados Unidos.
La Casa Blanca se encuentra atrapada en sus propias contradicciones e incapacidades. Al no entender la lógica de la migración, la respuesta autoritaria y policíaca solo ha multiplicado los problemas y de muchas maneras ha desenmascarado el discurso demagógico del presidente Joseph Biden respecto a la política migratoria de puertas abiertas. Ahora mismo, cifras extraoficiales señalan la posibilidad de que afganos colaboracionistas con EU durante veinte años sumen más de un millón de personas que tendrán que ingresar a territorio americano huyendo de los talibanes victoriosos que quieren desaparecer todo vestigio estadounidense en su país. Y cifras oficiales revelan que solo en el periodo enero septiembre de 2021 se arrestó a más de un millón de personas latinoamericanas y caribeñas que quisieron cruzar la frontera por la fuerza, sin contar con las decenas de miles que ya ingresaron, muchas que lo están intentando y más todavía asentadas en ciudades mexicanas fronterizas a la espera de una oportunidad de asilo económico y social.
La estrategia del presidente Biden ha fracasado: se concretó a culpar del problema al presidente Donald Trump y su intención de construir un muro y responsabilizó a su vicepresidenta kamala Harris del problema fronterizo, pero a casi nueve meses de gobierno la crisis migratoria se ha agravado, la presión de migrantes en la frontera y en las caravanas sigue aumentando y la patrulla fronteriza ha resultado incapaz de contener el flujo de migrantes.
el problema es que ni Estados Unidos ni México han encontrado un camino para acercarse siquiera a un principio de solución y el colapso social en la frontera se agrava cada día.