Luis Acevedo Pesquera
Rebasada de manera natural por la reaparición visual del presidente Andrés Manuel López Obrador desde que se informara de su contagio de coronavirus, la información del INEGI sobre el desempeño de la economía mexicana durante 2020 no fue valorada en su justa dimensión.
Los datos se quedaron en la caída anual del Producto Interno Bruto (PIB) de -8.5 por ciento y que es la peor desde la Gran Depresión en los años treinta del siglo pasado. El hecho, aunque dramático ya estaba registrado en el imaginario mexicano y había sido enfrentado con pesar debido a que el golpe de la pandemia se extendió desde una crisis sanitaria a otra económica y ya también social.
Por eso, el presidente dedicó sus poco más de 13 minutos para hablar en un mensaje grabado en los corredores de Palacio Nacional para hacer frente a las dudas sobre su estado de salud, dedicó buena parte de su presentación para hablar de su incierto plan de vacunación para luchar contra la COVID-19, que ha dejado cerca de 160 mil muertes y la inquietud por la impotencia de las familias ante el avance de la pandemia, pero también para tratar de infundir optimismo sobre la recuperación económica y el avance de la pobreza.
Horas después de que el INEGI presentara los detalles del desplome económico de 2020, atribuible en buena medida a la pandemia, comentó que el objetivo en 2021 será recuperar 800 mil empleos formales para recuperar el nivel existente antes de la aparición del coronavirus en nuestro país, no dijo cómo se logrará cuando las prioridades financieras de su gobierno son el Aeropuerto de Santa Lucía, las refinerías cuando el mundo apuesta por energías limpias y el Tren Maya, por recordar las más significativas.
En el mundo, la mayoría de los países decidieron apoyar a su planta productiva en general con apoyos fiscales que alcanzan una mediana de 12 por ciento del PIB cuando en México no llegan al 0.5 por ciento del Producto. La responsabilidad de la recuperación se ha dejado en manos de los privados, en coherencia con la propuesta de la Cuarta Transformación de marcar una reforma del Estado mexicano y confirmar el desprecio a lo que denomina “la Mafia del Poder”. La propuesta es atendible si no fuera meramente ideológica y alejada de la realidad estructural del país.
La información del INEGI, que dio pie al discurso optimista del presidente se basa en el hecho de que en el cuarto trimestre de 2020 el PIB creció 3.1 por ciento con relación al trimestre anterior, pero a tasa anual la contracción es de (-)4.5 por ciento para el último trimestre, pero para todo el año es de (-)8.5 por ciento en un entorno adverso no solamente por los efectos globales provocados por la pandemia, sino porque nuestro mercado interno carga un deterioro de más de 14 meses y que en 2019 la economía no creció.
Así, el margen de maniobra real es complejo y adverso, aun cuando el presidente haya lanzado un reconocimiento al esfuerzo del empresariado mexicano.
La economía mexicana prácticamente se ha salvado por el dinamismo del sector agropecuario que el año pasado creció 2 por ciento, mientras que las actividades secundarias -en donde están las manufacturas- cayó (-)10.2 por ciento y el sector de los servicios registra una caída de (-)7.9 por ciento. Estos dos rubros generan alrededor de las tres cuartas partes del empleo formal del país, que se traduce en impuestos y consumo.
Pero todavía más, en los servicios, que contempla a restaurantes, actividades turísticas y todas las formas de comercio, también gravita el empleo informal a donde ha ido a parar la mano de obra afectada por la pandemia y que está cada vez más inquieta.
La recuperación, que es deseable que sea rápida y robusta, no se ve fácil, sencilla ni aún con optimismo retórico, porque para recuperar los niveles del crecimiento económico precoronavirus o, dicho llanamente, para salir del socavón en que nos encontramos primero tiene que aplicarse efectivamente la vacuna entre la población; de otra manera, todo será ilusión.
Es tan importante la vacuna que es lo único que puede eliminar la desesperanza, porque el deterioro es tan grave que imaginemos que el país tendrá que rellenar primero el agujero de las crisis sanitaria, económica y social, a partir de ahí salir a la superficie y, entonces, avanzar.
Desde otra perspectiva, hay que llenar primero la cisterna y que la bomba suba el agua para procurar al tinaco a fin de que el sistema funcione con normalidad.
No está fácil.
@lusacevedop