
José Luis Camacho Acevedo
Tuve la fortuna de conversar varis veces con
el que fuera embajador de México en varios países, (Australia, Costa Rica y
Brasil) gran jurista y que culminó su carrera política como senador por el
estado de Guanajuato.
Estudió en Francia, Suiza y Estados Unidos.
Trabajó como Jefe del Departamento de Organismos especializados de la ONU,
entre ellos la UNESCO, lo que le permitió al maestro Cabrera Muñoz Ledo colaborar
cerca de personajes de la jerarquía intelectual de Jaime Torres Bodet, Antonio
Castro Leal, Pedro de Alba, Agustín Yáñez, José Gorostiza, Daniel Cosío
Villegas, Silvio Zavala, José Luis Martínez y Octavio Paz.
Una de esas conversaciones que tuve con el
maestro Cabrera Muñoz Ledo fue sobre el escritor italiano Alberto Moravia
(entre sus más leídas novelas están Los Indiferentes, que fue su opera prima,
El Desprecio, El Tedio y Los Sueños del Haragán, entre sus más de 60 “invenciones
literarias”).
Fue a propósito de un comentario del redactor
de estas notas acerca de la recomendación que me había hecho mi amigo, el gran
escritor Juan García Ponce, en su casa de Alberto Zamora en Coyoacán, muy cerca
de la ahora yo habito.
Don Jesús sabía tanto del autor italiano que
sus comentarios fueron no los de un lector de novelas, sino las de un crítico
de las prácticas burguesas que relataba en gran medida la obra de Moravia.
Me contaba de su colaboración en la revista
Política Exterior, colaboración en la que con una gran perspectiva de lo que
sería la actual integración regional de los países en todos los continentes.
Pasaba el mundo de la Ciudad Estado que tuvo
como ejemplos cimeros a Roma y a Atenas; a los estados nación para llegar
finalmente a los bloques, económicos, culturales y comerciales como el hoy son
la característica de la integración mundial.
Me decía Don Jesús que la revista había
publicado un resumen del citado texto:
“En un mundo en constante transformación hacia
integraciones regionales, la posición estratégica de Egipto en el Mediterráneo
y la de México en su propio espacio en Norteamérica y en la Cuenca del
Pacífico, son la justificación de un impulso definitivo al designio de labrar
una relación bilateral más estrecha y eficaz, que corresponda a los potenciales
políticos y económicos de México y de Egipto.”
El entonces senador Jesús Cabrera Muñoz Ledo
me hizo en esa ocasión un detallado relato de lo que habían sido las Cortes a
lo largo de la historia universal.
Estábamos en su histórica Casa de los Perros
en su natal Apaseo el Grande.
Un mexicano poseedor de una cultura universal
de excepción, que con gran sinceridad me habló de la forma en que vivió siempre
en lo que Juárez llamó “la honrada medianía que proporciona la retribución que
la ley le señala”, independientemente de provenir de una familia que siempre
fue considerada como de las mejor acomodadas de Apaseo el Grande.
Espero que al iniciar sus funciones la nueva
Suprema Corte de Justicia, la cual fue elegida en medio de fuertes
controversias por la existencia de los ya tristemente célebres “acordeones” ,
haya algunos con la cultura de Don Jesús Cabrera Muñoz Ledo y, sobre todo, con
su conciencia de lo que es vivir como servidor público de acuerdo a los
estipendios que la ley les señala.
Escribo la presente nota como un humilde
homenaje a un paisano de excepción como fue Don Jesús.