La salida de Julio Scherer del círculo cercano del presidente López Obrador es una sensible pérdida. Lo es para el Presidente y para su gobierno. También para muchos quienes veían en él una ventanilla confiable hacia el Presidente. Fue mucho más que un consejero jurídico, dada las formas del Presidente y las limitaciones de la secretaria de Gobernación y otros miembros del gabinete, Julio a fuerza de circunstancia más que diseño se volvió un operador eficaz del Presidente. Scherer regresa al ejercicio del oficio de siempre. Para él una oportunidad para recomponer mucho de lo que se pierde en el vértigo del ejercicio del poder y más con un Presidente como el actual. La salida de Julio y el arribo de Adán Augusto López en lugar de la ex ministra Sánchez Cordero, significan un cambio importante en la manera de conducir la política interior. Un acierto el arribo del gobernador de Tabasco. Cumple a plenitud con las condiciones de eficacia que se requieren del titular: comunicación con el Presidente, experiencia política y oficio, nada que se relacionara a la ahora presidenta del Senado. Adán Augusto será un secretario de buenas formas, con firmeza y lealtad para cumplir la encomienda que le asigne el Presidente. De alguna forma se entiende la renuncia de Scherer. Su ciclo concluye a la mitad del gobierno. El Presidente le reconoce y le expresa gratitud. No termina la relación personal y seguramente tendrá las puertas abiertas y la disposición presidencial, como él también estará atento para apoyar a quien le unía mucho más que una relación profesional, igual que con Adán Augusto. El cabo suelto es doña Olga Sánchez Cordero y de alguna manera Ricardo Monreal, quien ha construido una amplia alianza en sus aspiraciones sucesorias. Si la ex ministra no cumplió en Gobernación, mucho menos lo podrá hacer en el Senado. Su prestigio profesional está por los suelos y en la Cámara alta se hila fino, mucho más con un líder de la solidez de Ricardo Monreal, quien ya acusó recibo de no estar en las preferencias del presidente López Obrador. Los vientos sucesorios se imponen. Una vez pasada la ratificación de mandato —sí, ratificación y aquí lo dijimos hace mucho tiempo— el tema de la sucesión se hará presente. Se puede conducir, pero no contener. Adán Augusto tiene el perfil idóneo frente a tal propósito. El Presidente ha perfilado con claridad a Claudia Sheinbaum, nadie puede darse por sorprendido. La lección del voto urbano adverso al proyecto del Presidente en los pasados comicios le hacen sentir que hay más incertidumbre de lo que las superficiales encuestas revelan desde ahora. Todo presidente aspira a la continuidad del proyecto y, en ocasiones, hasta mucho más. Frente a tal propósito los desafíos están en el interior para mantener la cohesión y en el exterior para dar continuidad. López Obrador, desde siempre, ha sido un aguerrido y eficaz operador electoral. Sus atributos no son transferibles, afortunadamente, tampoco sus defectos. Federico Berrueto @berrueto fberrueto@gmail.com