Felipe
León López
Rubén
Salazar Mallén, Antonio Caso, Samuel Ramos, Leopoldo Zea, Abelardo Villegas,
José Vasconcelos, Octavio Paz y Roger Bartra, entre otros, se ha tratado de
entender cómo es el mexicano, el porqué esa facilidad para mofarse de sus
propias tragedias y para chotear los temas hasta que se nos olvida su
trascendencia. En la actualidad, la discusión de los asuntos públicos en
México, parecen estancarse en ese nivel de desprecio a la crítica, al debate y
a recurrir a la descalificación gratuita y al choteo como fórmula para imponer
una posición y, peor aún, para resolver nuestras diferencias.
Las
imágenes sobre “justicieros” del transporte público se han vuelto cada vez más
comunes en las redes sociales. Mensaje pidiendo protección de la identidad de
quienes terminan asesinando a ladrones o presuntos delincuentes, circulan y se
comparten por miles al igual que los memes en que hacen mofa de estas acciones.
A lo largo de la pandemia de la covid19 que rebasó los 50 mil muertos, también
cientos o quizá miles de mensajes, dibujos y videos cortos burlándose de esta
desgracia.
Los
mexicanos hacemos burla hasta de nuestro coraje e impotencia por el delincuente
que nos violenta y nos aniquila. Todos hacemos mofa y nadie quiere asimilar que
ese delincuente del que nos burlamos es nuestro vecino, nuestro familiar,
nuestro propio engendro como sociedad, tan clasista y tan racista.
Lo
mismo pasa con las muertes por la covid19, que cada día están más cercanas a
nosotros y que, resignados, la aceptamos y le damos la bienvenida en una fiesta
familiar, en una reunión con los amigos y con los desconocidos en la
colectividad del transporte público. Todos vamos a morir y por eso desafiamos
la pandemia, que nos pegue el coronavirus, porque cuando “te toca, aunque te
quites, y cuando no, aunque te pongas”.
Detrás
de este aparente desdén y burla, estamos atrincherándonos, para esconder
nuestros miedos y nuestro escepticismo por hallar la solución, la cura, el
final de las pesadillas y, de algún modo, para depositar la responsabilidad de
nuestras vidas en quienes pensamos están hechos para eso: antes los monarcas,
los conquistadores, los vicarios del rey, los dictadores, los presidentes, los
científicos, los sabios, los políticos y los líderes. ¿Y nuestra
responsabilidad?
La
política de seguridad está dejada en manos de la fuerza del Estado, no en
nosotros como sociedad. La semana pasada, por ejemplo, se presentó el Programa
de Seguridad y Protección Ciudadana en el Diario Oficial de la Federación, pero
dicho documento no tiene un diagnóstico de la inseguridad en el país y sus
objetivos sólo buenos deseos, “pura demagogia”, acusaron organizaciones
civiles. Entre las críticas resalta un plan Nuevo Policial para profesionalizar
al vigilante preventivo, al que tiene el primer contacto con los llamados de
auxilio de los ciudadanos, pero resulta que ese objetivo no corresponde al
Presupuesto de Egresos de la Federación que apenas registra aumentos marginales
a los fondos de fortalecimiento de seguridad locales. En lugar de exigir respuestas congruentes,
nos quedamos con el espectáculo de los operativos militares disfrazados de
fuerzas civiles, y de hacer memes y tik-toks para ganar seguidores con chistes
sobre los de la combi o los actos de ajusticiamiento colectivo que, no tardan
en recordarnos las malas experiencias que llevan éstos.
La
condescendencia con que permitimos la politización de la pandemia y el
descrédito a los científicos de la salud, ya se traduce también en agresiones
al cuerpo médico y de enfermería, al descreimiento en quienes nos deben
orientar para salvarnos la vida. Nada se toma en serio, no hay por qué atender
a la autoridad y su afán por obligarnos a usar cubrebocas si desde arriba no se
pone el ejemplo, ni siquiera hay un reconocimiento solidario para respetar a
los demás, porque somos una sociedad del choteo, de la mofa, de la guasa y del
desmadre. ¿Y nuestra responsabilidad para bajar los contagios y las muertes por
covid-19?
Por
supuesto, hacer burla para ocultar nuestros miedos, corajes e impotencias no es
una virtud de la que podamos complacernos, por más que haya quienes elogien el
humorismo y la celebración alrededor de la muerte como una cualidad del
mexicano.
Leopoldo
Zea afirmaba que “todos los pueblos siempre tienen algo que decir; algo que
aportar a la experiencia del mundo; y la universalidad de este aporte se
encuentra en la capacidad de estos pueblos para hacerse comprender y comprender
a los otros. No comprender esto es lo que ha incapacitado a los hombres y
culturas para lo universal; se encierran en murallas infranqueables en donde se
van agostando hasta perecer en plena soledad”.
La
inseguridad, la indiferencia, la apatía por la crítica y la autocrítica a los
temas públicos, el reclamar a la autoridad a asumir su responsabilidad, es
tarea pendiente de nuestra sociedad para no dejar que el Estado sea el que
solucione todo ni las autoridades quienes lleguen como ejércitos de salvación,
cuando también es responsabilidad individual y de la propia sociedad actuar y
salir de nuestro escondite.
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