Carlos Ramírez
A pesar de que
los temas de migración y comercio son vitales para México y EE. UU., la
vicepresidenta estadunidense Kamala Harris se va a centrar hoy, en su
conversación vía internet con el presidente mexicano López Obrador, en narcotráfico.
Y como tema especial, la segunda en mando en la Casa Blanca exigirá
anular, desvirtuar o darle la vuelta a las reglas de operación y registro
de las agencias de seguridad estadunidenses en Mexico.
La reunión significará una violación a las normas
protocolarias entre dos naciones. Los contactos formales deben darse entre los mismos
niveles de jerarquía; es decir, que el referente directo del presidente
de México es el presidente de EE. UU.. En ese sentido, no se vería mal
que el presiente Lopez Obrador designara a su canciller Marcelo Ebrard Casaubón
como el interlocutor de la vicepresidenta estadunidense, toda vez que en
México no existe el cargo equiparable, ni siquiera el de jefe de
gabinete o primer ministro.
Las reglas de relaciones exteriores deben proteger al
presidente de la república, toda vez que por presiones de su interlocutora se
vea obligado a tomar decisiones que no debieran ofrecerse de manera tan
directa. En los hechos, nada gana el presidente López Obrador con
charlar con la vicepresidenta y ella viene con la agenda intermediada
del presidente de EE. UU. que por alguna razón no la quiere formalizar en
directo con el jefe del Estado mexicano.
En los escasos cien días de gobierno, Biden ha tomado decisiones
que representan una presión de seguridad nacional sobre México para obligarlo
a asumir el enfoque, la agenda y los intereses de EE. UU. como
prioritarios. Por decisiones de gobierno, López Obrador determinó
--con aciertos o equivocaciones-- una estrategia de seguridad interna a partir
del principio de “construcción de la paz” y se alejó del modelo de la
guerra contra los narcos que habían decretado los presidentes Calderón y Peña
Nieto.
El modelo de eludir la confrontación violenta fue una
decisión de gobierno, de Estado y de Plan Nacional de Desarrollo promulgado en
el Diario Oficial de la Federación. En cambio, la estrategia de Biden
quiere obligar a los países sede de la droga y de las organizaciones
criminales a confrontar a los cárteles y capos porque así
conviene a los intereses de seguridad nacional de EE. UU.. Obligar a
México a anular su propia estrategia y a imponer la estadunidense
implica un gesto imperial al viejo estilo vaquero del gobierno republicano
de Ronald Reagan.
El problema en sí no se localiza en los objetivos
diferentes, sino en los abusos intervencionistas de la Casa Blanca. Sin
cumplir con los requisitos de registro de agentes y decisiones ante las
autoridades mexicanas, como mandatan las reformas a la Ley mexicana de
Seguridad Nacional, el gobierno de Biden autorizó operaciones de la DEA
dentro de México sin cumplir con las nuevas reglas, con el pretexto de
que México no está combatiendo a los cárteles productores del
fentanilo que llega a EE. UU. y que se ha convertido en la principal causa de
muerte de adictos.
El principal argumento de México es impecable y debiera ser
usado por el presiente López Obrador: el fentanilo llega a EE. UU. porque lo
exige la demanda de droga de grupos delictivos y consumidores, porque la
droga cruza la frontera del lado estadunidense con el aval de oficinas
fronterizas locales y porque se vende al menudeo en más de tres mil ciudades
del 85% de los estados de EE. UU.. Y en los planes sobre drogas de la Casa
Blanca, el presidente Biden nada dice de las causas de la horadación de
la seguridad nacional estadunidense por narcos mexicanos y la facilidad
que tienen los cárteles mexicanos para controlar el mercado al menudeo
de esa y otras drogas en las calles americanas.
La agenda mexicana de la vicepresidenta Kamala Harris no
parece estar muy clara. Su forma de enfocar con autoritarismo la crisis de
migración en la frontera provocó la renuncia de la embajadora Roberta
Jacobson a la oficina especial que le abrió Biden en el Consejo de Seguridad
Nacional. Y el encuentro de hoy va a mostrar que la Casa Blanca carece
de entendimiento sobre la forma de negociar con México.
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Política para dummies: La
política del nacionalismo ha sido el eje de la estrategia de relaciones México-EE.
UU. después de la guerra de 1847 en la que la Casa Blanca le robó a México la
mitad del territorio.
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