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Kim Jong-un: Corea del Norte más aislada que nunca

por Redacción
22-12-2021

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Se cumplen 10 años desde que un joven de 27 años llegó al poder en Corea del Norte y en ese tiempo pocos líderes mundiales han acaparado más titulares que Kim Jong-un.

El sonido del llanto inunda las calles de Pyongyang.

Grupos de estudiantes uniformados caen de rodillas aparentemente desconsolados. Las fotografías muestran a las mujeres llevándose las manos al pecho en señal de desesperación.

Los medios estatales, siempre bajo control del gobierno, acaban de anunciar la muerte alos 69 años del "querido líder", Kim Jong-il. Es el 19 de diciembre de 2011.

En todo el mundo, los analistas de la realidad de Corea del Norte se fijan en un hombre: Kim Jong-un.

Con 27 años, se le había designado el "Gran Sucesor". Pero pocos pensaron que fuera a ser el sucesor de nada. ¿Cómo puede un país que premia la edad y la experiencia ser regida por alguien que no tiene ni una cosa ni la otra?

Muchos predijeron un golpe militar o una maniobra de las élites norcoreanas. Pero el mundo subestimó al joven dictador. En este tiempo, Kim Jong-un no solo ha logrado consolidar su posición, sino que ha llevado al país a una nueva era bautizada como Kim Jong-unismo.

Empezó por purgar a sus rivales y se produjeron centenares de ejecuciones, y luego se volvió a los asuntos internacionales. Cuatro ensayos nucleares, cien misiles balísticos lanzados y sus conversaciones con el expresidente estadounidense Donald Trump captaron la atención del mundo.

Pero su incombustible búsqueda de contar con armas nucleares ha tenido un coste y Corea del Norte está ahora en crisis, más pobre y aislada que cuando llegó al poder.

Diez desertores norcoreanos, incluido alguien que sirvió como uno de sus más altos representantes diplomáticos, reflexionan sobre cómo ha sido el decenio bajo el mando de Kim Jong-un.

El día que el padre de Kim Jong-un murió, el estudiante Kim Geum-hyok hizo algo que pudo haberle costado la vida. Organizó una fiesta.

"Era muy peligroso, pero estábamos tan contentos entonces...", cuenta.

Para él, un nuevo y joven líder, conocido por su afición al esquí y al baloncesto, alimentó las esperanzas de que llegarían nuevas ideas de cambio.

"Teníamos expectativas con Kim Jong-un. Había estudiado en Europa, así que quizá pensaba igual que nosotros", dijo.

Geum-hyok viene de una familia de la élite y en aquella época estaba estudiando en Pekín, un privilegio que muy pocos norcoreanos pueden permitirse.

Vivir en China le abrió los ojos a la realidad de un mundo exterior más próspero y buscaba en internet noticias sobre su país.

"Al principio, no podía creerlo. Creía que los occidentales mentían sobre Corea del Norte, pero mi corazón y mi cerebro se contradecían. Mi cerebro me decía 'no necesitas mirar más noticias', pero mi corazón quería mirar aún más".

Los 25 millones de habitantes de Corea del Norte viven bajo un control tan férreo que muchos no tienen idea de lo que pasa en el mundo o de cómo ven desde fuera a su país.

Además se les enseña que su líder es un ser divino con dones excepcionales que merece su lealtad absoluta.

Para Guem-hyok, la llegada al poder de este joven representó algo que no abundaba.

Esperanza.

Otros no estaban tan convencidos. En los pasillos del poder en Pyongyang se murmuraba que Kim Jong-un era un niño privilegiado no apto para gobernar.

Ryu Hyun-woo, exembajador norcoreano en Kuwait, le dijo a la BBC que sus colegas se sentían exasperados por el traspaso del poder de padre a hijo.

"Los norcoreanos estaban cansándose de la sucesión hereditaria, sobre todo entre las élites. Queríamos algo nuevo. Pensábamos: '¿No debería empezar algo diferente?'"

La familia Kim ha regido Corea del Norte desde que el país se formó en 1948. A la gente se le enseña que la línea de sangre es sagrada. Es una manera de legitimar la dinastía.

"¿Qué puede saber alguien de 27 años sobre cómo dirigir un país?", se pregunta Ryu. Y responde: "Es absurdo".

En un discurso de 2012, el nuevo líder prometió que los norcoreanos nunca tendrían que "apretarse los cinturones de nuevo".

Para los habitantes de un país que en la década de 1990 sufrió una hambruna que se llevó cientos de miles de vidas, parecía que su nuevo líder quería poner fin a la escasez de alimentos y a su sufrimiento. Fue un momento de gran significado.