Karla Pulido
Concluyeron las elecciones presidenciales
en Estados Unidos y el empresario y expresidente republicano Donald Trump
derrotó a la vicepresidenta en funciones, la demócrata Kamala Harris. Los
resultados fueron claros, pues de los 270 votos del colegio electoral
requeridos para obtener la victoria, Trump obtuvo 312, mientras que en el voto
popular también superó a Harris por poco más de tres millones de votos. A
diferencia de las elecciones de 2016 y 2020, en esta ocasión no hay duda de la
legitimidad que Trump obtuvo frente a la alternativa demócrata.
Y ese es el origen de la amenaza de Trump.
El próximo presidente, que ha sido condenado por delitos, acusado de violencia
contra las mujeres, y que incluso incitó a la toma violenta del Capitolio tras
no reconocer su derrota electoral en 2020, ha llegado nuevamente a la
presidencia con tal poder y legitimidad que ahora podrá implementar medidas más
radicales que las que quiso poner en práctica en su primer mandato. Por otra
parte, la población de Estados Unidos envió un fuerte mensaje a los demócratas,
pues las condiciones económicas y el manejo de la política exterior fueron
parte fundamental de las razones por las cuales la gente prefirió emitir un
voto por el republicano, incluso en estados donde tradicionalmente los
demócratas obtenían victorias holgadas.
La amenaza se extiende a todo el mundo,
por la relevancia y el papel del presidente de la que quizás siga siendo la
nación más poderosa del planeta. Pero sobre todo ello, la amenaza es grande y
de vital importancia para México. Hace apenas unos días, la presidenta Claudia
Sheinbaum matizó el ambiente señalando que México es fuerte y saldrá adelante,
y que tras una llamada con Trump, se establecieron condiciones para el diálogo
entre ambas administraciones.
La amenaza, sin embargo, es evidente y no
se desactiva con buenos deseos y una llamada telefónica. Existen tres discursos
principales en lo que Donald Trump ofreció en la campaña, que tocan
directamente a México: el combate al crimen organizado, el manejo de la
migración, y cómo influir en la relación comercial bilateral.
En primer lugar, el combate al crimen
organizado en México es una de las banderas de Trump, que ha radicalizado su
posición al sugerir clasificar a los cárteles de la droga como grupos
terroristas, lo que permitiría acciones militares como ataques aéreos e
incursiones en territorio mexicano. Una decisión de política de este tipo
implicaría transformar radicalmente la cooperación bilateral que se ha
mantenido hasta hoy, aunque en el sexenio del expresidente López Obrador tuvo
serias dificultades y varios retrocesos.
En segundo lugar, la situación de la
migración. El ahora presidente electo Trump ha anunciado campañas de
deportación masiva de migrantes ilegales, que no cuenten con los documentos
necesarios para acreditar su legal estancia en Estados Unidos. Su retórica ha
sido incendiaria y se anunciaron millones de personas deportadas, pero aún no
se han calculado ni proyectado los impactos sobre la economía. Sin lugar a
dudas, una situación de este tipo inmediatamente golpearía a México, causando
estragos en nuestro mercado interno, así como en el envío de remesas e incluso,
en el manejo humanitario de los repatriados, nacionales o extranjeros.
En ambos casos, el presidente electo Trump
ha amenazado con imponer aranceles desde un 25% a las importaciones desde
México, con la posibilidad de seguir aumentando los costos, si nuestro gobierno
no toma acción para contener y eliminar la migración, el tráfico de drogas y la
violencia criminal. Aunque a largo plazo los aranceles afectan a los
compradores estadounidenses, también se esperan acciones contra la economía
mexicana, en el marco de la revisión del Tratado de Libre Comercio el próximo
año.
Así el panorama, la amenaza de Trump se
observa en el horizonte. En pocos meses veremos sus verdaderos resultados sobre
México.