
Mañana miércoles 23 de abril, según informó la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo enviará una carta a la dirigente de su partido, MORENA, en su carácter de una militante más, con el fin de exponerle sus puntos de vista sobre diversos temas que sus correligionarios, en papel de caciques, políticos revividos y pasados de vivos, han desentendido y sobre el riesgo que enfrentan en el corto plazo: perder el debate de la moralidad política que les dio origen, discurso y proyecto de país.
Claudia Sheinbaum, por supuesto, no es una militante más, sino la figura clave en el partido Movimiento Regeneración Nacional. Su liderazgo ha sido fundamental para consolidar la identidad y los objetivos del partido desde su fundación en 2014 y, en el devenir de su gobierno, exitoso o no, dependerá el futuro del muégano amorfo y poco congruente en que se estaría convirtiendo.
Tal vez le recrimine, en tono suave, pero no por ello fuerte, a Luisa Alcalde que tome las riendas del partido, porque ella como presidenta del país tiene que lidiar con los problemas internos, con dos equipos: el suyo y el heredado, además de tener sueltos a las coordinaciones en las cámaras, los gobernadores y las dirigencias estatales del partido.
No las mencionará, pero será claro el reclamo al rechazo y manoseo a iniciativas de ley enviadas por ella (antinepotismo, no reelección, entre otras) y el retraso para que operen otras fundamentales como la de transformar la administración pública, de las facultades para la Secretaría de Seguridad o Búsqueda de Personas Desaparecidas. Además, de anticipar que vienen nuevas que espera menos problemas como la Ley Nacional para disminuir trámites burocráticos y eliminar la corrupción, la Ley federal de Telecomunicaciones, la Ley de Competencia Antimonopolio y el análisis para que el sistema bancario revise sus tasas de interés.
Le explicará que no ha sido fácil el reto de atender las provocaciones de Donald Trump sin que la economía del país esté en riesgo, mientras el partido está ausente del debate serio, profesional y didáctico con los militantes, porque están descoordinados partido y gobierno, y mucho peor en los aparatos de propaganda, dejando sueltos a presuntos voceros “radicales” que piden romper con el T-MEC y tender puentes con China mientras ella lucha por reforzar el acuerdo comercial con Estados Unidos, metiéndole ruido a su estrategia de negociación.
Por ello, en su carta, en tono amable, le hablará del riesgo latente de perder al partido, no porque deje de ser exitoso electoralmente, sino porque su rumbo, su oferta de renovación moral de la sociedad mexicana, quedó hueca y sin sentido al repetir vicios como campañas anticipadas, juego político tramposo, nepotismo, caciquismos, tribalismo, machismo político, violencia de género, corrupción en la entrega de candidaturas, entre otros vicios ya marcados en la antimoralidad política. Entrelíneas, habría apuntes a estar prevenidos ante la posibilidad alta de que militantes de alto perfil de Morena están en las listas de potenciales detenidos y extraditados a Estados Unidos por su presunta vinculación a organizaciones delictivas; que en lugar de estar presionando para acelerar la afiliación masiva deberían estar preocupados en depurar la lista de militantes con cartas de presentación vergonzosas.
Dicho al modo de Andrés Manuel López Obrador: la esencia del Movimiento de Regeneración Nacional es el pueblo, “la principal batalla del gobierno es contra la corrupción, si el presidente perdiera el apoyo del pueblo o si el gobierno perdiera la batalla contra la corrupción, sufrirían una derrota moral”. Palabras más o palabras menos, por ahí el llamado de Claudia a Luisa María Alcalde: en sus manos está la esperanza de millones de mexicanos por un auténtico cambio en el quehacer político.
No pondrá en duda su militancia, como ocurrió con López Obrador con el primer relevo en la dirigencia morenista, pero sí matiza su intromisión en más asuntos. No lo hará manifiesto, pero se sentirá la mano de Claudia si no son atendidas sus sugerencias.
En diez años y fracción, Morena es una marca político-electoral muy exitosa al que todos los políticos revividos, repetimos, esos pasados de vivos quieren subirse, no por estar el lado correcto de la historia sino del lado correcto del presupuesto.
Y en efecto, no es un secreto que Morena cada vez se parece más al PRI salinista- zedillista que al PRI echeverrista-lopezportillista y anteriores, esto es, no importa la ideología y la congruencia sino el voto que representan para sacar una ley, ganar por ganar una elección o imponer a algún candidato así no tenga ninguna cualidad, experiencia o trayectoria o hacer ganar por ganar a cualquiera que los grupos de poder del partido impulsen.
Al momento de escribir las primeras líneas, Claudia, habrá de advertir, quizá verbalmente, que el Partido Encuentro Solidario de Hugo Eric Flores prácticamente está fuera de la alianza del segundo piso de la 4T, y no por su posición pro-israelí anti Palestina sino porque es un aliado contranatura de la izquierda; que habrá plazas donde el PT seguirá por su rumbo sin Morena (pero con el PRI y otros que le den cobijo) y que con el PVEM hay un plan, pero no consolidado si se mantienen los chantajes.
De ahí que le explique que lo anterior no será grave ni para preocuparse, sino al contrario, una oportunidad para revisar las alianzas y desechar aquellas que son indefendibles, penosas y una carga para el partido y para el discurso político que están enarbolando.
Claudia Sheinbaum le contaría a Luisa Alcalde Luján que, cuando ella era joven, leyendo las viñetas del genial caricaturista Quino, había una que describe lo que todos en su generación no querían: “A mi lo que me asusta es cómo nos estamos convirtiendo en lo que no queríamos”, pensaba uno de sus personajes; y Claudia lo tiene aún muy presente, tanto a Quino como a Rius, Palomo o Fontanarrosa y otros poderosos caricaturistas latinoamericanos que criticaban el abuso de poder de Estados autoritarios, porque contra ello fue su larga trayectoria como activista estudiantil de izquierda, académica crítica, política de oposición, coordinadora de las “Adelitas”, funcionaria pública y ahora como presidenta busca marcar su distancia de señalamientos que la quieren colocar en un perfil distinto al que ella busca y desea para pasar a la historia.
La carta la harán pública cuando el momento sea propicio, porque aunque va dirigida a Luisa María Alcalde como presidenta del partido, los otros destinatarios son quienes siguen desatendiendo las líneas instructivas del segundo piso de la 4T.
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