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La ciencia de la tilde

por Redacción
26-01-2022

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Los cimientos de la lengua española temblaron en 1997.

Ese año Gabriel García Márquez pidió la jubilación de la ortografía, "terror del ser humano desde la cuna", proponiendo el entierro de las "haches rupestres", un criterio racional para "la ge y la jota" y reclamando "más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver".

Muchos lectores pensarán que, si bien es complicado confundir revólver y revolver, esa tilde nos pone las cosas un poco más fáciles. ¿O es solo una apariencia?

Para encontrar los primeros textos con acentos gráficos en español debemos retroceder a la Edad Media, concretamente al siglo XV.

El primer caso conocido de acento castellano se encuentra en el manual Doctrina Christiana (1477), en las palabras justícia y fortuíto (Tobarra, 2005).

Unos años más tarde, en 1492, Antonio de Nebrija menciona por vez primera la existencia del acento gráfico, cuyo uso se generaliza durante el siglo XVI. No obstante, no es hasta 1726, con el discurso proemial del Diccionario de lengua castellana de la Real Academia Española ("Real Académia Españóla" en sus primeras actas), que se establece un sistema de reglas sobre cuándo se deben utilizar las tildes.

Desde entonces, ha habido varias reformas de la ortografía en español, la última en 2010.

En ella, siguiendo de alguna manera el camino marcado por García Márquez, se eliminaron los acentos gráficos en palabras con diptongos ortográficos como "guion", en el adverbio "solo" y en los pronombres demostrativos (por ejemplo, "este").

Esta última actualización dio lugar a numerosos debates en redes sociales, donde los observantes de la ortografía reclamaban el regreso de la tilde como una pieza fundamental en nuestra forma de expresarnos, mientras otros se escudaban en que las tildes no son más que una muestra de un clasismo ortográfico que distingue las personas de "buena educación".

Pero ¿tiene la ciencia algo que aportar a este debate?

Los acentos que indican la sílaba tónica están ausentes en la mayoría de las lenguas y, en español, las nuevas normas eliminan con cierta soltura su obligatoriedad en algunos casos.

Por ello, la cuestión que nos ocupa es si los acentos ayudan realmente al reconocimiento de las palabras durante la lectura o si, por el contrario, se trata de una reliquia de nuestro idioma cuyas reglas detalladas, con muchas excepciones, precisan de decenas de páginas en su explicación.