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La Corte sí se toca… y se debe tocar

por Felipe León López
23-05-2023

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El Poder Judicial Federal, como nunca antes, está teniendo una intervención fundamental

en la vida política del país en especial a lo que se refiere al cambio de poderes del 2024, lo

cual alterará los equilibrios que deben existir entre el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial.

¿En qué sentido el Poder Judicial puede modificar el rumbo político del país? ¿Qué

influencia tienen los ministros de la Suprema Corte en la definición de la agenda política

de la sucesión presidencial? ¿Hasta dónde los ministros afectarán la correlación de fuerzas

entre presidenciables?

Muchas preguntas hay alrededor de la abierta confrontación que tiene a los tres poderes

de la Unión envueltos en señalamientos, hostilidades y campañas sucias como no ocurría

desde la reforma estructura que promovió el gobierno de Ernesto Zedillo y que abrió

muchas resistenicas, pero que aún así lograron salir adelante.

El 31 de diciembre de 1994 el Poder Judicial Federal tuvo una gran reforma que le

permitió transformarse y se buscaba estar acorde con los nuevos tiempos que pedían

construir consensos en un país cada vez más plural. De este modo, quedó integrado por la

Suprema Corte de Justicia de la Nación, el Tribunal Electoral, los Tribunales Colegiados, los

Tribunales Unitarios de Circuito, los Juzgados de Distrito y el Consejo de la Judicatura

Federal. La Suprema Corte de Justicia de la Nación es el máximo tribunal de la República y

es la responsable de resolver controversias entre la Federación y las entidades federativas.

La Suprema Corte de Justicia de la Nación se integra por 11 ministros que nombrados por

la Cámara de Senadores, a propuesta de una terna que envía el Presidente de la

República, lo cual, sin duda, ya debe cambiarse.

Contra lo que los convocantes a la marcha en defensa de la Suprema Corte de Justicia de

la Nación, la realidad es que el Poder Judicial de la federación y de todos los estados sí

urgen, necesitan y requieren nuevos ajustes, porque es una demanda ciudadana, quizá no

digerida ni expresada correctamente, pues si bien hay reconocimiento al prestigio de los

integrantes del Poder Judicia también hay un ambiente de inconformidad porque, como

en muchas cosas, la justicia también es cuestión de dinero.

Resultado de años de violencia por el crimen organizado también se magnifica el papel de

la justicia doblegada por el dinero, pues los gobiernos federal, de la CDMX, estatales y


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municipales han señalado los casos de jueces corrompidos por el narcotráfico. Todos ellos

exigen una respuesta del Consejo de la Judicatura, ya que éste funge como órgano de

control del Poder Judicial; pero el Consejo ha quedado a deber mucho con estos

impartidores de justicia que dejan libres so pretexto de fallas de las fiscalías en la

integración de los expedientes.

(Por supuesto, estas líneas no justifica en nada a los llamados “tontos con iniciativa” que

como el gobernador Cuitláhuac García llevan a cabo una ofensiva intolerante y poco

razonada contra la presidenta ministra de la SCJN. En nada le ayuda a la causa de reformar

al Poder Judicial y sí abona al repudio ciudadano)

No es para menor, a la luz de los resultados alcanzados desde la reforma zedillista de

1994, cuando se restructuró la Corte se tenían como objetivos fortalecer al Poder Judicial

para que no estuviera supeditado a otro Poder; desarrollar y reglamentar un modelo más

ágil y transparente para la resolución de controversias constitucionales como las que

vienen siendo tema de debate desde el Pacto por México hasta las contrarreformas de la

Cuartra Tranformación; profesionalizar y depurar al actual cuerpo de jurisprudencia:

jueces, abogados y magistrados; construir vasos comunicantes con todos los sectores de la

sociedad; y demostrar credibilidad al momento de tomar decisiones independientes de los

factores político-partidistas.

Lo que sí es un hecho es que, en lo que va de este sexenio, el protagonismo del Poder

Judicial de la Federación ha ido a la alza. Cada vez es más frecuente su participación en los

grandes conflictos entre Poderes, en los resultados de los procesos electorales y en

resoluciones sobre asuntos de trascendencia histórica. Y cuidado, porque la partidocracia

de la desconfianza llevó a judicializar todas las vertientes de precampañas y campañas

podría entrampar a más de un potencial presidenciable, toda vez que que podrían ser

descalificados aunque sean los más populares (y ya ocurrió en Guerrero y Michoacán

recientemente).

Esta situación particular en la vida política de México provoca lecturas encontradas: el

fortalecimiento de la autonomía del Poder Judicial frente a los poderes Legislativo y

Ejecutivo, o este “intervensionismo” es un síntoma de la decadencia de nuestro sistema

político y la insana convivencia republicana.

Sin embargo, sus decisiones dependen mucho del perfil de los ministros que componen a

la Suprema Corte: liberales o conservadores, afines al bloque del poder en turno porque el

método de selección de sus integrantes depende de la correlación de fuerzas de la

partidocracia en el Congreso de la Unión y de la voluntad del titular del Ejecutivo para

proponer o vetar a algún candidato. Un círculo vicioso que, sin duda debería ya romperse,

pero que tampoco es sano convocar a una elección abierta mientras no haya una

maduración en nuestra cultura política y mayor ciudadanía para saber elegir a quienes

impartirán justicia llana y no por intereses electorales.


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El Poder Judicial nos sigue quedando a deber mientras no se reforma por sí mismo. Y nos

referimos a los casos probados de nepotismo al interior de la Corte y el Consejo de la

Judicatura Federal donde familiares de jueces, magistrados y ministros tienen aseguruda

su chamba. Más grave es el rezago de asuntos de relevancia para el gobierno y los actores

sociales, políticos y económicos es de casi dos decenas de expedientes que tienen cuando

menos dos años y que ha permitido, por omisión, que sigan operando decretos en la

incertidumbre jurídica; ni se diga cómo vamos hacia abajo a las salas impartidoras de

justicia donde se tiene a más del 40 por ciento de presos sin sentencia, más de 227 mil

expedientes a diciembre de 2022. Ni diga de otros casos controversiales que deberían

esperar en materia penal o administrativa.

Ciertamente, a muchos les parece correcto que los fallos recientes de la Corte a los

decretazos del Ejecutivo Federal sean una muestra de una participación sana, natural y

hasta necesaria en estos tiempos, con el fin de que se demuestre que la República goza de

cabal salud, a pesar de toda la estridencia que se maneja en las benditas redes y en los

acarreos callejeros de los “tontos útiles” de los profesionales de la politquería.

La Corte sí se toca y se debe tocar, para fortalecerla, pero no para regresarla a formar

parte de un régimen que manejó la división de poderes casi de manera unipersonal,

vertical y simuladora.

Y disculpen los seguidores del presidente, pero para López Obrador, el Poder Judicial

debiera ser acotado, vigilado, sancionado y hasta desaparecido en ciertas funciones. El

que existan ciertos vicios, corruptelas y actuaciones disfuncionales en la estructura baja de

este Poder, es el pretexto ideal para ejercer presiones políticas y exigencias de

negociación sobre los magistrados de la Suprema Corte. Pero la verdad es que la sola

búsqueda de acotamientos a las funciones del Poder Judicial representa una alarma para

el sistema democrático mexicano y un retroceso al presidencialismo de poder

metaconstitucional.

Una situación de esta naturaleza, en lo inmediato, dejaría en entredicho el papel imparcial

que jugaría la SCJN en el proceso electoral de 2024. En el mediano plazo, para el próximo

gobierno, sea del signo que sea, este acotamiento y descalificación al Poder Judicial pone

al país en una gran desventaja, pues ni garantiza certidumbre jurídica ni estabilidad social.

Digamos que sí, la la Corte se toca pero para modernizarla y ciudadanizarla, no para ser un

ente simulador del republicanismo. Pero así como este poder debe cambiarse, es también

urgente que se hagan reformas al Poder Ejecutivo, tanto federal como los estatales, con el

fin de contener al metapoder que asumen los cargos y que convierten en abuso de poder

mientras su tabique sexenal les da esa posibilidad. Y por supuesto, también se requiere un

cambio radical al Poder Legislativo con el fin de que cada representante popular

realmente respete el mandato popular y a su camarilla, su partido o su interés personal,

pero sobre todo, que se ponga fin a la partidocracia, al negocio de los partidos políticos y


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la denigración de la política. En pocas palabras, una Nueva Constitución, cosa que deberá

ser tarea de quien tenga altura de miras para el 2024.


Y mi palabra es la ley… El rezago, vacío y omisión del Poder Judicial a resolver diversas

controversias constitucionales ha permitido que el Poder Ejecutivo mantenga una línea de

decretos constantes, sin contar con los juicios de amparo que han promovido particulares

contra decisiones de autoridades. La incertidumbre jurídica es resultado de la falta de

celeridad en la tutela jurídica que debe darnos a todos los ciudadanos el Poder Judicial.

“Exprópiese”, lecturas y puntos finos… Está bien que la utilidad pública sea motivo

de las expropiaciones, por ejemplo, para un amplio programa de vivienda popular, pues

hay miles de viviendas y terrenos urbanos y semi urbanos sin ocupar, mientras el costo de

una vivienda en compra o renta sigue subiendo. Ahora bueno, también sería

recomendable hacer una revisión a fondo de los títulos de concesión y permisos a grandes

corporativos nacionales y extranjeros y que se ponga a revisión el impacto social al que se

comprometieron, además del respeto a la soberanía nacional: televisión, radio,

telefononía, internet; autopistas; puertos; aeropuertos; entre otros… Bueno, en el caso de

Grupo México es más interesante, porque forma parte del proyecto Transístmico, el único

que ha apoyado el gobierno de EEUU y que lo considera un asunto prioritario.

Y el PRIANRD por gobierno de coalición… Viejas caras, de apellidos harto

conocidos y rechazados, una de las oposiciones partidistas de “Va por México” quieren

lanzar como oferta lo que Beltrones y Camacho Solís ya habían diseñado como oferta de

campaña en 2012. Si en esa época el señuelo de “gobierno de coalición” fue poco

atractivo, ahora menos cuando la posibilidad de que esta alianza fructifique para el 2024.


Contacto: feleon_2000@yahoo.com