Felipe
León López
La
circunstancia por la que atraviesa el mundo, ante los desafíos que deja el
Coronavirus a su paso, los titulares de gobierno están todos días sometido -de
algún modo- al dilema plantado por Nicolás Maquiavelo ser amado, respetado o
ser temido por las decisiones que deben tomar y enfrentar la pandemia.
Si
decide ser amado, enfrentaría problemas de falta de responsabilidad. Si busca
ser temido, por su carácter y capacidad de decisión, podría dejar de ser amado
y hasta crear resentimientos con costos políticos. Pero ¿es viable ser
respetado? Los estudios de opinión que evalúan la actitud de gobernantes ante
la pandemia han arrojado varias lecturas y modificado muchas que se presuponía:
quien es “temido”, no en el estricto represivo, también es respetado, quien es
respetado, es responsable, porque no perdieron el principio de autoridad.
El
manejo de la pandemia de Covid19 en México, dadas las confrontaciones entre
gobiernos estatales y la federación, las críticas duras al responsable de
conducir la emergencia sanitaria y los mensajes encontrados sobre qué es una
actitud responsable para contener los contagios, simplemente estarían marcando
un quiere en el principio de autoridad, y por ende del liderazgo y la
credibilidad que deben tener todos los gobiernos para conducir este tipo de
situaciones.
Las
cosas deben decirse como son en realidad, sin alardeos ideológicos y prejuicios
personales, de lo contrario la realidad se encargará de recordarlo, enseña El
Príncipe cuando habla de hacer transformaciones a un Estado. “Todos los Estados
bien gobernados y todos los príncipes inteligentes han tenido cuidado de no
reducir a la nobleza a la desesperación, ni al pueblo al descontento” es otra
de las frases contundentes que hacen falta para que se entienda de qué se está
hablando.
Como
si fueran jinetes del Apocalipsis, la pandemia, el desempleo, la caída
económica, las amenazas del crimen organizado, la contaminación burda del
debate público en medios y redes sociales, las diferencias abiertas entre
estados y federación, y el lucro político-electoral con miras al 2021, han
creado el caldo de cultivo para un escenario que ya algunos predicen como
catastrófico, aunque hay señales de que las cosas pueden cambiar.
Al
cierre de esta columna, estábamos por llegar a los 40 mil decesos, a un
promedio de 650 por día y, según la ONU, a este ritmo podríamos llegar a los 90
mil muertos por esta enfermedad. En sentido metafórico, la letalidad va más
allá de la salud pública, pues no sólo son vidas humanas las que perecen sino
la esperanza de una recuperación en nuestros empleos, nuestra economía y, en
general, nuestra vida cotidiana.
El
informe Cambios Estructurales en el Mercado Laboral en México, publicado por el subgobernador del Banco de México,
Jonathan Heath el 9 de julio de este año, pinta un panorama desolador por las
caídas de los sectores industriales como manufacturera, de la construcción, de
servicios, además del mercado interno, las exportaciones y las
importaciones.
Por
otra parte, no perder de vista que, ante las amenazas recibidas en contra del
gobernador de Jalisco, Enrique Alfaro por parte del crimen organizado, y la
respuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador de “no está solo, cuenta
con el apoyo del Gobierno federal. Estamos juntos para enfrentar el desafío de
la delincuencia”, hubo dos videomensajes desafiantes, no sólo a él, sino al
Estado mexicano.
Tanto
Alejandro Gertz, Santiago Nieto como el propio Lorenzo Córdova han advertido
que el creciente activismo de los grupos delictivos durante la pandemia ha
puesto en riesgo la democracia; esto es, han construido durante largos años bases
sociales que podrían condicionar al voto, a modificar voluntades e incluso, a
ostentar bajo cualquier sigla partidista a “sus candidatos”. Ya ha ocurrido en
momentos menos críticos en la economía y el desempleo, esta vez no podría ser
peor, si la actual crisis es el mejor caldo de cultivo para el poder fáctico
del crimen.
Por
supuesto, la clase política y sus seguidores no contribuyen en mucho a revertir
esta circunstancia, pues todo está en función del proceso electoral del 2021 y
no de asegurar el futuro para las generaciones futuras que serán, la
“Generación Post Covid” y habrán de juzgar a los actuales conductores del país.
A
pesar de todos los debates que enturbian la arena mediática hay aún señales de
que podrían hallarse caminos diferentes, opciones distintas.
Por
una parte, el titular del Ejecutivo federal aceptó la construcción de un Pacto
Fiscal con la Asociación de Gobernadores de Acción Nacional (GOAN) y, la semana
que, pasada, Secretaría de Hacienda y Crédito Público transfirió a las 32
entidades federativas alrededor de 20 mil millones de pesos correspondientes a
la compensación de segundo trimestre del año del Fondo de Estabilización de los
Ingresos de las Entidades Federativas.
En
Los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, Maquiavelo reconoce
que es por la virtud y por la prudencia como “una república tiene una vida más
plena, y goza de mejor fortuna que un principado ya que puede adaptarse mejor a
la diversidad de las circunstancias, debido a la diversidad que se encuentra
entre sus ciudadanos, cosa que no puede el príncipe. Porque un hombre que está
acostumbrado a actuar de un modo particular, no cambia nunca, como hemos dicho.
Por lo tanto, cuando cambian los tiempos de manera que ya no se acomodan a su proceder,
él, inexorablemente, se arruina”.
El
amor a los ciudadanos no es el amor a sí mismo (el príncipe), diría Maquiavelo,
sino a reconocer a los ciudadanos de una República como entes diferentes, con
pensamientos distintos y que, pese a esas diferencias, pueden ayudar a buscar
soluciones.
Contacto:
felipe.leon@escipion.com.mx