Encomiable y ejemplar la disculpa del secretario de Marina, el almirante Rafael Ojeda, a quienes integran el sistema judicial criminal. Sin duda, una persona honorable. La disculpa pública adquiere relieve después del exabrupto presidencial de que el Poder Judicial está podrido. La viga en el ojo propio y la paja en el ajeno. Las palabras liberan y comprometen. Hoy más que siempre se han degradado por la frivolidad presidencial. López Obrador no tiene remedio. Lo que sí es preocupante es que esta práctica se generalice, como ocurre con Mario Delgado, dirigente del Morena. Los secretarios están obligados al decoro en su responsabilidad. Debe decirse que así se han comportado casi todos, como también lo ha hecho, casi siempre, la jefa de Gobierno de Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, y el líder del Senado, Ricardo Monreal. Los soldados no tienen otra causa que servir con lealtad. Los titulares de la Defensa y de Marina deben mantener distancia de las pulsiones facciosas de los presidentes. Su tarea y razón de nombramiento son diferentes, su obligación es cumplir con disciplina y en el marco de la legalidad que rige al país, las instrucciones del jefe de Estado, aunque al actual se le dificulte actuar como tal. Para cualquiera, sobre todo para quien está al frente de responsabilidades de seguridad pública, debe resultar exasperante que jueces, magistrados y ministros actúen bajo el rigor de la estricta legalidad y eso contribuya a la impunidad. Incluso se han dado casos, excepcionales, de incumplimiento con su responsabilidad derivado de la intimidación, la corrupción o el error. El Presidente agrede y denuesta indebidamente al Poder Judicial. Así es él y no se lo debieran tomar en lo personal. Sus señalamientos los profiere a quien no se le someta, sean consejeros electorales, titulares de órganos autónomos, periodistas independientes o activistas. El Presidente está en situación de guerra y como tal está imposibilitado para entender la responsabilidad que atañe a su investidura y el respeto que le debe a otros. Su espacio natural es la propaganda y el insulto su recurso regular. La justicia criminal es desde siempre la tarea más compleja del servicio público y de la judicatura. México está reprobado. Lo muestran las cifras de impunidad, correlativas de la falta de cultura de legalidad de los mexicanos, empezando por el Presidente de la República. La inconformidad con la realidad de la justicia criminal es explicable, un sentimiento compartido que viene de mucho tiempo atrás. La impunidad es una herida profunda que explica el desencanto con las instituciones. El problema hoy día es que la justicia corre por los caprichosos caminos del linchamiento mediático presidencial, pero muy escasa y accidentadamente por los procesos formales de investigación y sanción. Como quiera que sea se aprecia la disculpa del almirante Ojeda, lo honra. Ejemplo para el comandante supremo de las fuerzas armadas. Federico Berrueto @berrueto fberrueto@gmail.com