
Aunque coincidían en la Liga Mexicana de Beisbol, eran unos desconocidos sobre el terreno, pero cuando se enfundaron la casaca del Tri Sub-23 para el Premundial en Aguascalientes, hubo química inmediata. Esta fue la clave para formar una buena selección tricolor, que consiguió el boleto a la Copa del Mundo en China, Taipéi, en octubre próximo, y ganar la medalla de oro con paso perfecto: vencieron en los ocho partidos que disputaron.
La casaca de México hizo una hermandad inmediata y nos ayudó a integrar un equipo sólido en todas las posiciones, relata el jardinero Carlos Pacheco, pelotero de los Diablos Rojos del México.
Funcionó “desde el primer inning y se mantuvo con ese paso hasta la final. Nunca bajamos la intensidad y por eso ganamos los ocho partidos para terminar invictos, con cuatro elementos en la novena ideal y el Jugador Más Valioso”, agrega.
Además del talento de los peloteros –mostraron solvencia en el ataque y en la defensiva, con un excelente trabajo de los lanzadores–, supieron manejar la mentalidad para ganar el torneo. “Fue importante no caer en triunfalismos –asevera–. Aunque llegamos invictos a la final y sabíamos con qué vencer, nos preparamos: enfrente teníamos a Cuba, fuerte en el beisbol; además, en este deporte puede pasar cualquier cosa”.