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¿La muerte del PRI?

por RedaccionRS
24-07-2020

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Federico Berrueto

 

La licencia de la senadora Vanessa Rubio es uno de los signos de la descomposición del PRI. Abandonar las filas previo al combate es deserción; hacerlo en la batalla, traición. Así de sencillo sin importar los méritos de la señora en el servicio público o su acreditado talento como legisladora. La falta es mayor porque con el cambio el adversario gana una senadora que hace la diferencia en lo cerrado de los números.

 

Al PRI lo mata la corrupción, todo apunta a dos ex presidentes, Peña Nieto y Carlos Salinas. La corrupción llevó al desprestigio al PRI, por lo que se designó un candidato presidencial externo, eso sí, muy comprometido con las decisiones del presidente Peña y vínculos estrechos con Felipe Calderón y su grupo. Frágiles lealtades personales, nada institucionales. La senadora llegó allí no por mérito partidista —el profesional es irrefutable—, sino por su cercanía con el entonces candidato presidencial. No debiera sorprender en ella el desapego al partido, mejor la academia, la consultoría o lo que sea.

 

Los daños colaterales del testimonio y de las pruebas que el ex director de Pemex, Emilio Lozoya, aporte a la FGR pueden significar la pérdida del registro del PRI. Si se hubiera investigado el financiamiento de la campaña de 2012 por los donativos ilegales de Odebrecht, en estricto derecho así habría ocurrido. El caso está fuera de término, no así el que lleva el gobernador de Chihuahua con la investigación de la llamada operación Zafiro y que obligaría a la Fepade y al INE a actuar. Ya antes el Pemexgate acreditó no el desvío de recursos para la campaña, sino que el destino del gasto era el enriquecimiento personal.

 

Cuestión de pruebas, términos y procedimientos. La suerte del PRI en riesgo. No son los adversarios ni las leyes la causa del infortunio. De hecho, López Obrador no apunta al PRI. El mal viene de sus entrañas y aunque el objetivo del presidente López Obrador es el PAN y Felipe Calderón, los dos ex presidentes no podrán eludir responsabilidad política, ética y jurídica, pero tampoco los coordinadores parlamentarios que no fueron ajenos a la distribución de recursos para la presunta compra de votos de legisladores.

 

El PRI es más que su cúpula corrupta y corruptora. Tiene presencia en el territorio como ninguna otra fuerza política, excepto en Ciudad de México. Aunque el desprestigio es abrumador, no ocurre así en todo el país ni con todo dirigente o militante tricolor. En la elección de 2021 puede ganar gubernaturas, muchas presidencias municipales y regresar a la mesa de negociación nacional con diputados en cantidad mayor a la actual.

 

El PRI ha marcado distancia de César y Javier Duarte y de otros otrora encumbrados que cayeron en desgracia por líos con la justicia a causa de la venalidad. La ocasión llama a hacer lo propio con al menos los dos ex presidentes; argumentos legales no faltan, el sabotaje de Salinas contra la campaña de Colosio y el uso de Peña de las instituciones del Estado para sacar de la contienda al candidato presidencial Ricardo Anaya.

 

fberrueto@gmail.com

@berrueto