Que Alejandro Moreno, dirigente del PRI, resolviera prestarle el volante a su coordinador parlamentario Rubén Moreira es intrascendente. Relevante que éste, en desangelada asamblea, haya declarado al partido de centro izquierda y, especialmente, su patada al neoliberalismo. ¿En serio? ¿Quién habla es el PRI de los corruptos en búsqueda de impunidad, o es el conjunto, de todos sus diputados, senadores y gobernadores? Es evidente que es el primero, hasta el mismo Peña Nieto o Carlos Salinas estarían dispuestos a firmar la deshonrosa vía para la impunidad. Ciertamente, ellos sí están moralmente derrotados.
Bien dice Jorge Zepeda que el mensaje tiene un solo destinatario, el presidente López Obrador y la definición no es programática ni ideológica, simplemente es competir con los partidos satélites buscando el favor del poder. Señala Zepeda, que la ruta de Moreira es emular al PVEM con la expectativa de un gobierno local como ocurrió en San Luis Potosí; más bien lo que se perfila es el PARM del viejo régimen, no el que acompañó a Cuauhtémoc Cárdenas en la gesta de 1988.
El futuro para el PRI es complicado, pero sí hay espacio. No son pocas las comunidades y municipios donde persiste un sentimiento de pertenencia tricolor. Cualquier diagnóstico mostraría que el cáncer del PRI nada tiene qué ver con el pasado neoliberal, sino con la corrupción. Dos son sus íconos históricos: Salinas y Peña Nieto, y dos son sus herederos: Moreira y Moreno, políticos enriquecidos, y ambos ex gobernadores del neoliberalismo que los creó, los promovió y los patrimonializó.
Efectivamente, el problema del PRI es la corrupción, de la que beneficiarios fueron unos cuantos. No todo es negativo, el PRI ha sido una rica cantera de extraordinarios políticos y honorables servidores públicos y vehículo para transitar del México violento al de la civilidad política y el de la creación de grandes instituciones políticas y sociales, sustento de la democracia y del México de la modernidad.
¿Por qué Moreira no dio patada a la corrupción? ¿Por qué no define postura con nombre y apellido respecto a Salinas y Peña Nieto? Respuestas simples: porque no puede so pena de condena propia, y porque es de los mismos, respectivamente.
Impresión fundada es que la mayoría de lo que todavía queda del PRI no se siente representada por esta dupla; muchos se sienten traicionados, sobre todo por la deserción al bloque opositor. El PRI de la elección intermedia tiene mandato; sin embargo, prontos y presurosos Moreira y Moreno resolvieron diferenciarse, evidente en la respuesta a la contra reforma eléctrica.
El PRI encara el reto electoral de mantener los territorios que, elección tras elección, ha ido perdiendo. El futuro se muestra adverso, agravado de persistir en la ruta marcada por su dirigencia. Frente al escepticismo de no pocos puede ganar Hidalgo, Durango y Estado de México; sin duda, prevalecería en Coahuila. Sin embargo, implica claridad estratégica. La alianza con el bloque opositor es imprescindible en casi todas las contiendas, y plantear fórmulas de selección de candidatos que ofrezcan legitimidad y credibilidad. Las elecciones primarias son el mejor instrumento frente a la involución autoritaria del adversario.
Ciertamente, es pensable el PRI a partir de lo poco que tiene y lo mucho que representa históricamente. La corrupción y sus emisarios constituyen su mal mayor; sus dirigentes son quienes dan una patadita al neoliberalismo en su afán de acomodarse con el poder que los niega y destruye, pero que les abre la expectativa de impunidad, origen de la descomposición de la vida pública nacional.
Federico Berrueto en Twitter: @Berrueto