La piel puede ser uno de los primeros indicadores de desequilibrios internos antes de que estos aparezcan en estudios clínicos. Alteraciones como resistencia a la insulina, déficit de vitamina D o estrés crónico suelen manifestarse en el aspecto cutáneo. Lo que se observa en el espejo —acné, cansancio, hinchazón o pérdida de luminosidad— no siempre es solo estético; puede ser una señal de que el organismo está intentando comunicar un problema.
Según la Dra. Esmeralda Bastidas, especialista en medicina funcional y regenerativa, la piel actúa como un sistema de alerta. Por ejemplo, la resistencia a la insulina se asocia con piel oleosa y manchas oscuras; el cortisol elevado, producto del estrés crónico, puede provocar melasma y brotes de acné; mientras que las alteraciones tiroideas se reflejan en piel seca, pálida y rostro hinchado. Aprender a interpretar estas señales permite actuar de forma preventiva y abordar la causa raíz.
La medicina funcional propone un abordaje integral que busca identificar y corregir desequilibrios del organismo en lugar de limitarse a tratar síntomas. Este enfoque incluye la evaluación predictiva mediante estudios de envejecimiento celular y genética, la gestión del estrés a nivel bioquímico y conductual, la nutrición ortomolecular para optimizar funciones celulares, la regulación hormonal, la regeneración celular y la estética regenerativa como complemento. Entre las técnicas más avanzadas se encuentran la bioestimulación, el uso de células madre mesenquimales y la aplicación de exosomas, orientadas a potenciar la capacidad natural de reparación de la piel.
Para confirmar y comprender estas señales, los estudios clínicos son fundamentales. La biometría hemática y la química sanguínea permiten evaluar la función renal, hepática y el metabolismo de la glucosa. El perfil tiroideo completo es esencial para la regulación metabólica y la energía. Las pruebas hormonales ayudan a detectar desequilibrios que afectan la piel, el estado de ánimo y la salud reproductiva. Finalmente, los marcadores metabólicos permiten identificar estrés crónico, resistencia a la insulina y deficiencias nutricionales que también se reflejan en la apariencia cutánea.

