logo
header-add

La Primera Presidenta

por Karla Pulido
07-10-2024

Comparte en

La Primera Presidenta


El pasado primero de octubre fuimos testigos de un momento histórico para nuestro país. Claudia Sheinbaum tomó protesta como la primera mujer en ocupar el cargo de Presidenta de la República, como Jefa del Estado Mexicano.


Y por si eso no fuera suficiente, recibió la banda presidencial de manos de Ifigenia Martínez, presidenta de la Cámara de Diputados y del Congreso General, que además a sus 94 años se constituyó como la decana del movimiento de izquierda en nuestro país.


A su lado, la ministra presidenta de la Suprema Corte de Justicia, Norma Piña. La ceremonia fue emblemática: por primera vez en nuestra historia como país, tres mujeres encabezaron los tres Poderes de la Unión, en una muestra del avance social y político que se ha dado tras décadas de lucha para permitir la participación de las mujeres en la vida política de México.


Por supuesto que se pueden hacer muchas críticas al momento actual, al hacer una evaluación tempranera de la conclusión de la administración lopezobradorista, o buscar hacer comparativos entre las propuestas de Sheinbaum y la continuidad marcada por su antecesor.


Pero hoy no quiero hablar de eso. Hoy quiero hablar de los efectos que puede tener que una mujer sea presidenta de nuestro país. Porque en muchos lugares de la República se afirma que al ser una mujer la que está al frente del gobierno, en automático se te sean cambios profundos y radicales y las cosas mejorarán. 


La propia presidenta Sheinbaum lo dijo en su discurso y lo ha dicho desde la noche de los resultados electorales: llegamos todas, como una expresión de que las mujeres finalmente han llegado al poder. Y aunque podríamos afirmar que una presidenta de la República es un punto máximo de la lucha por los derechos de las mujeres, tampoco podemos ni debemos olvidar que la lucha la comenzaron mujeres valientes como Ifigenia Martínez desde el siglo pasado, y que es gracias a los cimientos que ellas pusieron, que hoy existe esa apertura y posibilidad real de competir en política.


Aunque la emoción nos invada, queda mucho por ver: si el que una mujer sea presidenta se traducirá en un cambio de raíz en el sistema político y en la cultura de México, combatiendo y reduciendo el machismo; o si solamente será un gobierno enfocado en política social y de género que beneficie a las mujeres como grupo vulnerable e históricamente discriminado, sin grandes cambios en la estructura social y política que permitan que el episodio se transforme en práctica común.


La primera presidenta tiene una tarea titánica por delante, pues la responsabilidad de establecer las condiciones fundacionales de una nueva forma de hacer política que valores por igual a hombres y mujeres, y les de pleno acceso al papel protagónico que hasta ahora solo habían desempeñado los hombres, es una responsabilidad con el peso de la historia. 


En medio de ese dilema, ahora sí, falta por ver si su gobierno tendrá autonomía política del lopezobradorismo, o si por el contrario, Andrés Manuel solo la usó para guardar el lugar mientras su familia acumulaba poder para sucederlo en la presidencia.