Después del documental Tempestad (2016), que trata de la violencia y desaparición de mujeres en el sexenio de Felipe Calderón, la cineasta Tatiana Huezo quedó “muy adolorida, con muchas sombras en el alma, sufría pesadillas”, por eso buscaba un descanso, dirigir una obra ligera, de ficción; pero los temas que le mueven las entrañas se le volvieron a atravesar con las páginas de una novela que le mandó su productor Nicolás Celis, sobre un grupo de niñas en un pueblo guerrerense afectado por el narcotráfico.

Ladydi (Prayers for the Stolen), una historia de Jennifer Clement, atrapó de inmediato a la realizadora, que visualizó una película que “cuestiona la inmovilidad y el silencio del mundo adulto”.

“La novela me atrapó de inmediato, es muy visual. A mí me encanta leer ese tipo de libros: entras de lleno en las historias, las ves y las escuchas, con unos personajes fascinantes. Me enamoré rápidamente del personaje principal, que se llama Ladydi, pero yo le puse Ana en la película”, refiere Huezo (San Salvador, 1972) en entrevista.

“Me atrapó mucho esa situación de una niña que se da cuenta de lo que significa ser mujer en un contexto violento, como el que viven ella y sus tres mejores amigas. Noche de fuego es una historia de amistades y lealtades contextualizada en la montaña de Guerrero, en medio de la siembra de amapola y todo lo que esto implica: presencia del narcotráfico, de fuerzas de seguridad, fumigaciones”, expone.