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La violencia empieza en las palabras

por R. Santoyo Venegas
22-06-2021

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La violencia no es solo física. La intimidación, la humillación y la culpa son todas formas que dañan la autoestima de las mujeres y pueden tener efectos devastadores. Pero no solo eso: las palabras también tienen el poder de reforzar ciertos prejuicios y justificar comportamientos agresivos. Porque las formas de hablar, arraigadas en varios aspectos culturales, se convierten en formas de pensar.

 

En todo el mundo, el primer ataque, la primera agresión a menudo se presenta en forma de lenguaje. Y ni siquiera son frases explícitamente violentas: tenemos frases comunes que todavía forman parte del lenguaje cotidiano y que son a menudo utilizadas desde la niñez, como “no seas nena” o “corres como niña” que empiezan a moldear las formas en las que pensamos sobre la feminidad. Reconociendo este hecho, es posible incrementar la conciencia social sobre el tema y, en consecuencia, contribuir a una menor violencia.

 

Un análisis de testimonios reales llevado a cabo por lingüistas y organizaciones de todo el mundo (RNR en México, Instituto María da Penha en Brasil, Fundación Ana Bella en España, entre otras) mostró las sorprendentes similitudes que existen en el lenguaje de hombres violentos hacia sus parejas, e incluso ante otras mujeres. Son expresiones comunes que traspasan lenguas y nacionalidades, y que provocan la degradación de la mujer.

 

Existen aquellas que designan a la mujer como un objeto, una posesión, que ejercen la violencia psicológica y que aparecen disfrazadas como expresiones de amor o halagos, pero en realidad revelan la intención de controlar a la otra persona, como por ejemplo: “Eres mía, de nadie más”, “me puse celoso pero es porque te amo y quiero que seas solamente mía”, “nadie te va a amar como yo”. En francés encontramos la expresión “Sois belle et tais toi” (“Sé hermosa y deja de hablar”). De manera similar, en español tenemos como ejemplo “Calladita te ves más bonita”. Y en inglés, es muy común la frase “You look prettier when you smile” (“Te ves más bonita cuando sonríes”). El punto que resaltan todas estas frases es que el atributo más importante de las mujeres es su apariencia física, no su intelecto y su capacidad de reflexión.

 

Por otro lado, también están las palabras que degradan la autoestima de la mujer y le impiden creer que puede valerse por sí misma. Las mujeres atrapadas en una relación abusiva tienen dificultades para liberarse porque el abusador las humilla y las rebaja hasta aniquilar la fuerza y la autoestima necesarias para salir de la relación. Es en esos casos donde se escuchan frases del tipo “Callate, a nadie le interesa lo que tenés para decir”, “Nadie te va a creer” o “Yo te voy a cuidar”. En Brasil encontramos frases como “Não presta nem pra cozinhar” (”No servís ni para cocinar) o “Mal sabe lavar uma roupa direito” (“Apenas sabés lavar la ropa correctamente”). En estos casos el valor de la mujer se reduce a realizar tareas domésticas correctamente, como si fuera su única responsabilidad. Y en habla inglesa, la tristemente célebre “Women say ‘no’ when they mean ‘yes”’ (“Las mujeres dicen ‘No”, cuando en realidad quieren decir ‘Sí”) perpetúa la falta de respeto hacia las mujeres y sus deseos. No importa lo que diga la mujer, sino lo que el hombre interpreta según sus propios intereses.

Encontramos otro tipo de expresiones que son las que ubican a la víctima como la responsable del maltrato, que son utilizadas no solo por los hombres hacia sus mujeres, también a veces son reproducidas e insinuadas por los medios masivos de comunicación. En estos casos, la responsabilidad por la violencia sufrida se radica en la víctima, absolviendo al agresor. “Mira cómo me ponés” , “¿Qué te pusiste?”, “¿Por qué no contestabas el teléfono?”, “Se lo buscó por andar vestida así”, “No son horas de andar en la calle,” son solo algunos ejemplos. En Brasil es muy común que se diga “Mulher tem de se dar ao respeito” (“Una mujer debe inspirar respeto”) o “Aquilo é mulher de malandro mesmo” (“Esa es una mujer tramposa”). Y en los Estados Unidos, muchas veces se hace referencia también a la ropa que lleva puesta la mujer, como justificativo de la violencia ejercida: “That outfit she’s wearing is asking for it” (“Con ese atuendo que ella lleva se lo está buscando”). Es decir, si ella se vistiera de manera apropiada, no sería objeto de agresiones ni acoso. De nuevo, la mujer tiene la culpa por la ropa que se pone o por las acciones que realiza.

 

La “cultura de la violación”, término acuñado por las feministas norteamericanas en 1970, postulaba que la violación era común y normal en la cultura americana, un hecho cotidiano que se trataba simplemente de una manifestación extrema de la misoginia y el sexismo de la sociedad dominante. A pesar del paso de los años, continúa instalada en la manera en que muchas personas piensan, hablan y se mueven en el mundo, y su raíz es la cultura patriarcal que aún sigue ejerciendo su influencia. La cultura de la violación tiende a normalizar la violencia sexual y justificarla.

 

El miedo y la necesidad de proteger a sus seres queridos son algunos de los motivos por los cuales muchas mujeres permanecen en situaciones de maltrato o evitan denunciar a sus agresores. Este miedo es provocado no solo por el maltrato físico, sino también por el maltrato verbal y las amenazas: “No voy a permitir que estés con otra persona”, “Si me dejás, me mato”. En francés, los testimonios demuestran amenazas del mismo tipo “Si tu le dis à quelqu’un, je te tuerai” (“Si lo contás, te mato”) o “Si tu essaies de revoir X (ami/collègue), tu vas voir ce qui va t’arriver” (“Si intentas escuchar a X (amigo / colega) nuevamente, verás lo que sucede”). El aislamiento que sufren las víctimas es otro factor que contribuye a que se agudice el abuso, pues dejan de contar con el apoyo de sus familiares y amigos, quienes muchas veces ignoran la situación que sufren estas mujeres.

 

Expresiones como las manifestadas son los primeros signos que determinan una relación abusiva y deben encender una luz de alerta para prevenir hechos más graves. Visibilizarlas y hablar sobre ello es el primer paso para ayudar a las personas que se encuentran en este tipo de situaciones. Asimismo, generar conciencia lingüística y reflexionar sobre el poder de nuestras palabras puede ayudarnos a derribar estigmatizaciones y estereotipos. Tenemos que transformar el lenguaje que utilizamos, dejar de usar frases como las de los ejemplos que mencionamos y avanzar hacia una comunicación positiva que promueva la igualdad, donde la violencia contra la mujer ya no se asuma como inevitable, y donde las palabras tengan el poder de empoderar a las mujeres en vez de humillarlas.