El pasado domingo, en la plaza de los Mártires de Toluca, no sólo se dieron cita las corcholatas presidenciables, sino también quienes disputan la candidatura de Morena para el Estado de México, que prácticamente son dos bloques; el principal, del poderoso Grupo Texcoco con Higinio Martínez, Horacio Duarte o Delfina Gómez, y otro, casi indetectable, el que impulsa a Alejandro Encinas Rodríguez, el subsecretario de Gobernación.
Aunque hay entusiasmo de que la ola guinda también arrasaría en la tierra del “Atlacomulco Power”, hay señales de rebelión si Higinio no es ungido y hasta sospechas de una concertación para sostener con vida a lo que queda del PRI si desde Palacio Nacional imponen a una candidatura débil. A pesar de que las encuestas marcan preferencias holgadas para Morena, una eventual división o una postulación equivocada los pondría en serios aprietos.
Pero donde hay más nerviosismo es la Ciudad de México, donde la política local es totalmente distinta a lo que ocurre con Morena a nivel nacional y en el Estado de México, porque aquí, la metrópoli donde nació el movimiento social y político que encumbró en 1997 a la actual clase gobernante, también en el 2021 les llamó la atención dándoles votos de castigo haciéndoles perder más la mitad de las alcaldías.
Sin oposición, hay pocas dudas de que la presidencia de la República seguirá siendo morenista después del 2024. Circunstancia muy diferente a lo que pasa en la CDMX, donde hay incertidumbre incluso entre las estructuras del partido, porque han mostrado un declive electoral sistemático que, en lugar de hacerlos rectificar o pedir disculpas, han respondido con insultos y descalificaciones a los ciudadanos que votaron en su contra en la pasada elección intermedia.
Por ello, Morena tiene que procesar con filigrana la nominación a jefe de Gobierno, porque dependiente en quien recaiga la candidatura está la diferencia entre una victoria holgada; un triunfo apretado o, contra todos sus pronósticos, la derrota.
De ahí que esta circunstancia tenga entusiasmados a los partidos opositores y sus dirigentes, pues todos los días están trabajando sus estructuras para ir ganando voluntades. Ahí tenemos a algunos alcaldes emocionados haciendo su luchita para sobresalir, como la panista Lía Limón de la Álvaro Obregón, con el espaldarazo del calderonismo y buenos patrocinadores; otro panista es Santiago Taboada, de la Benito Juárez, quien con ejército de troles; Alfa González, de Tlalpan y la última carta del perredismo y, claro, Adrián Ruvalcaba, quien defiende al último bastión del PRI en la capital.
Claro, también hay legisladores federales como la panista-perredista Xóchitl Gálvez, quien tiene estructura y simpatías tanto en los sectores populares como entre las zonas de mayor nivel socioeconómico. Otro interesado sería el diputado federal Santiago Creel Miranda, quien ya fue buen contrincante de AMLO en el lejano 2000. Y bueno, los panistas no dejan de encuestar a Margarita Zavala, quien carga con la sombra de la derrota de su México Libre y el juicio mañanero contra el sexenio de Felipe Calderón, a quien está inevitablemente vinculada.
Quizá aparezca algún otro aspirante más y quizá alguno de estos abandere a todos los opositores a la 4T, por lo que Morena en la capital ya se prepara, pero no de buena manera ni con las lecciones aprendidas. El pasado 8 de junio, en el Teatro Metropólitan, en un acto de la estructura de poder de Morena, en que fueron excluidos muchos sectores, Claudia Sheinbaum convocó a “salir a las calles, formar comités seccionales y tocar casa por casa” y crear comités seccionales en toda la CDMX, con 50 a 60 personas, porque nadie sobra, sino que todos faltan para recuperar el territorio que perdieron en las elecciones de 2021. Y con ello, un llamado de atención claro y directo a la dirigencia de Tomás Pliego para que dejen al lado la cerrazón y el sectarismo que los hizo perder.
Y es que la actual circunstancia de Morena y sus aliados en la capital del país no es tan sencilla como en el resto del país, pues aquí la mitad del territorio y quizá la mayoría de los votantes han dado voto de castigo y han cambiado de preferencias en los 24 distritos electorales federales que alberga la Ciudad de México.
Un termómetro fue la consulta de revocación de mandato, la cual tuvo un 18.5 por ciento de participación, más de un millón 422 mil votos que estuvieron en la media nacional, debajo de la participación de estados del sureste. Más aún, la CDMX estuvo entre las entidades donde más se votó a favor la revocación con 10.36 por ciento apenas debajo de estados adversos a la 4T como Nuevo León (que tuvo 15 por ciento), Jalisco (con 11 por ciento) y Aguascalientes (con 10.87 por ciento). El Distrito 15 de la CDMX en la alcaldía Benito Juárez alcanzó 17.35 por ciento de votos a favor de que se revocara al presidente.
El proceso interno de Morena se hace cada vez más difícil porque no hay certeza sobre en quién debe caer la nominación, pues los nombres que suenan tienen más debilidades que fortalezas. De las que suenan son Clara Brugada, la alcaldesa de Iztapalapa, cuyo liderazgo es netamente regional y prácticamente desconocida en las zonas donde perdieron los candidatos morenistas. Se dice que evidente que goza de las simpatías de Claudia Sheinbaum por la cantidad de apoyos, obras y programas que despliega. La apuesta por Brugada significaría que el morenismo cree que podría ganar con el voto duro que le da la zona oriente, sin importarle recuperar al resto de los ciudadanos.
También se habla de Mario Delgado, quien buscaría cobrar caro los trabajos al frente del partido y haber acatado a pie juntillas las instrucciones de Palacio Nacional. En su contra, como pasó en 2012 cuando intentó disputarle a Miguel Mancera la postulación del PRD, es que no genera mucha simpatía con el electorado.
Curiosamente, el titular de SSPC Omar García Harfuc, “el héroe”, asesorado por Grupo Salinas, se ha colocado entre los aspirantes y pretende ser el segundo policía en escalar a jefe de Gobierno. Claro, la mera especulación de que Morena postule al hombre fuerte de la seguridad pública de Claudia ha puesto con los pelos de punta a más de un militante.
Finalmente, se habla mucho de Rosa Icela Rodríguez, titular de Seguridad Pública federal, ex secretaria de Gobierno de Claudia, ex colaboradora de Marcelo y Mancera, y muy cercana a Andrés Manuel López Obrador, quien en dos ocasiones recientes la ha puesto en la lista de corcholatas, aunque bien sabe que suena para la CDMX. En días recientes, ella no estuvo en el acto del Metropólitan, no hubo gente de ella como sí las porras a Clara Brugada, no se le ha visto; pero sí se siente su presencia y posibilidad, tanto que hay mucha atención a sus movimientos, como esa gira que realizó con Adán Augusto, el que se dejó retratar hace días al lado del otrora “cacique del Altiplano”, como le llaman en el sureste a René Bejarano.
En alguno de ellos o ellas, por ahora, recae la gran responsabilidad de evitar que Morena sufra la peor de todas las derrotas, la que generaría un golpe al orgullo, al origen y el futuro de la 4T en la CDMX. ¿Ya estarán sopesando bien estos escenarios en el antiguo Palacio del Ayuntamiento? Es pregunta.
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