Felipe
León López
La
derecha ultraconservadora de México no es una expresión nueva ni fácil de
entender. Están ahora instalados en avenida Juárez de la CDMX con más impacto
mediático y feligresía militante que de auténtica resistencia civil. Aunque nos
disguste, tienen su historia y forman parte del país en que todos vivimos. Se
sienten herederos del movimiento cristero de la primera época
postrevolucionaria y de la Unión Nacional Sinarquista. Son de pensamiento
católico incubado por siglos en las regiones centro, bajío y pacífico,
principalmente, y han alimentado una base social de alta dosis de anticomunismo,
totalitarismo y contra la laicidad del Estado.
Son
pocos, pero más ruidosos que las otras distintas derechas activas en México. Si
creen que son inofensivas no lo son. En agosto de 2002, un conflicto al
interior del gabinete presidencial foxista, protagonizado por los entonces
secretarios de Salud, Julio Frenk, y de Gobernación, Carlos Abascal, por el
tema de la llamada “píldora de emergencia”. La pastilla, que buscaba formar
parte del cuadro básico de salud, confrontó a la moral personal del responsable
de la política interna del país con la ética profesional y científica del
encargado de las políticas de Estado en materia de salud.
Desde
el arribo de Vicente Fox a la Presidencia, los prelados y sus organizaciones
afines como Pro-Vida, A Favor de lo Mejor, la Comisión Mexicana de Derechos
Humanos, Movimiento Blanco y la Asociación Nacional de Padres de Familia,
principalmente, se inmiscuyeron en asuntos de Estado, sobre todo en temas
controvertidos, como las políticas de planificación familiar, de la prevención
del SIDA, de la unión de parejas del mismo sexo, del derecho de las mujeres a
decidir hasta del contenidos en medios públicos y privados, de filmes y
productos televisivos, entre otros. Sin embargo, a pesar del trato privilegiado
que lograron del gabinete los católicos, en estas materias fue más fuerte el
espíritu laico del Estado mexicano que el religioso del gobierno conservador de
Fox.
El
desplazamiento que tuvieron los conservadores en los sexenios siguientes no fue
motivo para que figuras cercanas a Carlos Abascal como Gilberto Lozano se
quedaran quietos. Junto con Abel García, Pedro Ferriz, Juan Bosco Abascal, Pedro
Luis Martín Bringas, Sofía Soubervielle, Alejandro Martínez, Ricardo Padilla,
el padre Hugo de León, y María Eva Serrano, Lozano ha articulado un movimiento
mediático de resonancia y de carácter golpista: el llamado Frente Nacional
AntiAMLO (FRENAA), que exige la renuncia del presidente de la República.
Su
discurso es ultracatólico y sus estrategias son copia de movimientos sociales
de otros países como los “chalecos amarillos” en Francia (y en México una con
igual denominación) o la estrategia democristiana y de acción social católica
en Venezuela, que utiliza el WhatsApp y Telegram para difundir las acciones a
seguir.
En
el pasado inmediato, esa derecha tuvo apoyo y financiamiento de los grupos de
prelados más poderosos en México (Grupo del Bajío, Club de Roma y Club de
Ginebra), pero a la llegada del papa Francisco, todos quedaron relegados por
doctrinas más afines a los jesuitas. La
única señal clara que se tiene hasta ahora de vinculación de estos grupos con
la iglesia, es el cardenal retirado Juan Sandoval Íñiguez, pues los otros, como
Norberto Rivera y Onésimo Cepeda, han bajado el perfil por escándalos.
De
parte del empresariado, desde el pasado las familias Sertvije, los Leaño,
Abascal y Barroso, han sido patrocinadores de organizaciones como Paz y
Justicia con Dignidad de Bernardo Ardavin Migoni, Guillermo Velasco Arzac, José
Antonio Ortega Sánchez y Raúl Vázquez Osorio, entre otros, que también alientan
otros más en pro de la vida, de la educación religiosa, del regreso a las
políticas de “buenas costumbres y buenas consciencias”, entre otras consignas.
Por
supuesto, no debe equivocarse, porque esta derecha es una de tantas, como la
derecha que está al interior de MORENA, el PES, a los liberales, los neoliberales
o las derechas fascistas e incluso recicladoras del pensamiento nazi antisemita.
Es una expresión política vida y real que la 4T debe analizar con más cuidado y
no encajonarlos a formar parte de sus “adversarios” como un ente único y
pacífico, porque no lo son.
Las
derechas mayoritariamente son una parte de la oposición a la “Cuarta
Transformación”, pero todas están desarticuladas, desorganizadas y divididas.
Será difícil que cuajen en un proyecto único en el corto plazo como lo
“sugiere” el presidente, pues una parte de las otras derechas, las liberales,
están adentro del gobierno de la 4T -ganando terreno, por cierto- y las otras
siguen en los otros partidos legítimamente registrados y cívicamente actuando.
Norberto
Bobbio en su libo Derecha e Izquierda, Razones y Significados de una distinción histórica,
nos recuerda luego del fracaso del “socialismo real”, encabezado
por el bloque soviético y países aliados, y de los regímenes dictatoriales de
derecha, toda concepción totalizadora de la historia podría considerarse
superada dentro del modelo de democracia liberal. Si bien hay una crisis de las
ideologías, que a veces parecen confundirse o afirmar que están diluidas, pero
no es así: se diferencian en sus objetivos y en los métodos para alcanzarlos.
Los
extremistas de izquierda quieren la revolución por la vía de las armas, los de
derecha por igual. Ambos extremismos consideran que lo hacen para salvar a las
personas, para darles un mejor mundo.
Como
bien apunta Bobbio en lo que define como “utopía invertida”: “La primera vez
que una utopía igualitaria ocupó la historia pasando del reino de los discursos
al de las cosas, dio un vuelco para convertirse en su contraria”. Para tomarlo
en cuenta.
Contacto: feleon_2000@yahoo.com