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Las ultraderechas en la 4T

por Felipe León López
30-09-2020

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Felipe León López

 

La derecha ultraconservadora de México no es una expresión nueva ni fácil de entender. Están ahora instalados en avenida Juárez de la CDMX con más impacto mediático y feligresía militante que de auténtica resistencia civil. Aunque nos disguste, tienen su historia y forman parte del país en que todos vivimos. Se sienten herederos del movimiento cristero de la primera época postrevolucionaria y de la Unión Nacional Sinarquista. Son de pensamiento católico incubado por siglos en las regiones centro, bajío y pacífico, principalmente, y han alimentado una base social de alta dosis de anticomunismo, totalitarismo y contra la laicidad del Estado.

 

Son pocos, pero más ruidosos que las otras distintas derechas activas en México. Si creen que son inofensivas no lo son. En agosto de 2002, un conflicto al interior del gabinete presidencial foxista, protagonizado por los entonces secretarios de Salud, Julio Frenk, y de Gobernación, Carlos Abascal, por el tema de la llamada “píldora de emergencia”. La pastilla, que buscaba formar parte del cuadro básico de salud, confrontó a la moral personal del responsable de la política interna del país con la ética profesional y científica del encargado de las políticas de Estado en materia de salud.

 

Desde el arribo de Vicente Fox a la Presidencia, los prelados y sus organizaciones afines como Pro-Vida, A Favor de lo Mejor, la Comisión Mexicana de Derechos Humanos, Movimiento Blanco y la Asociación Nacional de Padres de Familia, principalmente, se inmiscuyeron en asuntos de Estado, sobre todo en temas controvertidos, como las políticas de planificación familiar, de la prevención del SIDA, de la unión de parejas del mismo sexo, del derecho de las mujeres a decidir hasta del contenidos en medios públicos y privados, de filmes y productos televisivos, entre otros. Sin embargo, a pesar del trato privilegiado que lograron del gabinete los católicos, en estas materias fue más fuerte el espíritu laico del Estado mexicano que el religioso del gobierno conservador de Fox.

 

El desplazamiento que tuvieron los conservadores en los sexenios siguientes no fue motivo para que figuras cercanas a Carlos Abascal como Gilberto Lozano se quedaran quietos. Junto con Abel García, Pedro Ferriz, Juan Bosco Abascal, Pedro Luis Martín Bringas, Sofía Soubervielle, Alejandro Martínez, Ricardo Padilla, el padre Hugo de León, y María Eva Serrano, Lozano ha articulado un movimiento mediático de resonancia y de carácter golpista: el llamado Frente Nacional AntiAMLO (FRENAA), que exige la renuncia del presidente de la República.

 

Su discurso es ultracatólico y sus estrategias son copia de movimientos sociales de otros países como los “chalecos amarillos” en Francia (y en México una con igual denominación) o la estrategia democristiana y de acción social católica en Venezuela, que utiliza el WhatsApp y Telegram para difundir las acciones a seguir.

 

En el pasado inmediato, esa derecha tuvo apoyo y financiamiento de los grupos de prelados más poderosos en México (Grupo del Bajío, Club de Roma y Club de Ginebra), pero a la llegada del papa Francisco, todos quedaron relegados por doctrinas más afines a los jesuitas.  La única señal clara que se tiene hasta ahora de vinculación de estos grupos con la iglesia, es el cardenal retirado Juan Sandoval Íñiguez, pues los otros, como Norberto Rivera y Onésimo Cepeda, han bajado el perfil por escándalos.

 

De parte del empresariado, desde el pasado las familias Sertvije, los Leaño, Abascal y Barroso, han sido patrocinadores de organizaciones como Paz y Justicia con Dignidad de Bernardo Ardavin Migoni, Guillermo Velasco Arzac, José Antonio Ortega Sánchez y Raúl Vázquez Osorio, entre otros, que también alientan otros más en pro de la vida, de la educación religiosa, del regreso a las políticas de “buenas costumbres y buenas consciencias”, entre otras consignas.

 

Por supuesto, no debe equivocarse, porque esta derecha es una de tantas, como la derecha que está al interior de MORENA, el PES, a los liberales, los neoliberales o las derechas fascistas e incluso recicladoras del pensamiento nazi antisemita. Es una expresión política vida y real que la 4T debe analizar con más cuidado y no encajonarlos a formar parte de sus “adversarios” como un ente único y pacífico, porque no lo son.

 

Las derechas mayoritariamente son una parte de la oposición a la “Cuarta Transformación”, pero todas están desarticuladas, desorganizadas y divididas. Será difícil que cuajen en un proyecto único en el corto plazo como lo “sugiere” el presidente, pues una parte de las otras derechas, las liberales, están adentro del gobierno de la 4T -ganando terreno, por cierto- y las otras siguen en los otros partidos legítimamente registrados y cívicamente actuando.

 

Norberto Bobbio en su libo Derecha e Izquierda, Razones y Significados de una distinción histórica, nos recuerda luego del fracaso del “socialismo real”, encabezado por el bloque soviético y países aliados, y de los regímenes dictatoriales de derecha, toda concepción totalizadora de la historia podría considerarse superada dentro del modelo de democracia liberal. Si bien hay una crisis de las ideologías, que a veces parecen confundirse o afirmar que están diluidas, pero no es así: se diferencian en sus objetivos y en los métodos para alcanzarlos.

 

Los extremistas de izquierda quieren la revolución por la vía de las armas, los de derecha por igual. Ambos extremismos consideran que lo hacen para salvar a las personas, para darles un mejor mundo.

 

Como bien apunta Bobbio en lo que define como “utopía invertida”: “La primera vez que una utopía igualitaria ocupó la historia pasando del reino de los discursos al de las cosas, dio un vuelco para convertirse en su contraria”. Para tomarlo en cuenta.

 

Contacto: feleon_2000@yahoo.com