No hace falta mucho para saber quiénes están detrás del audiovisual que anuncia y justifica una amorfa y “separada”, pero bien coordinada toma hormiga de escuelas y facultades de la UNAM, que además sugiere el nacimiento de un movimiento de universitarios que asaltaría, como lo hizo en 1999, el campus entero de Ciudad Universitaria y el resto de las instalaciones de la institución.
Cuando una de las figuras centrales del audiovisual se llama Imanol Ordorika y, entre otras cosas, recicla su viejo discurso ochentero que demanda democracia en la UNAM, pero agrega el adjetivo más mañido del sexenio: los conservadores, sobre quienes advierte que tratarán de asumir la defensa de la UNAM ante los ataques a la autonomía lanzados desde Palacio Nacional, el escenario se vuelve claro: Son los mismos que en los ochenta formaron el Consejo Estudiantil Universitario para cerrar la UNAM algunas semanas, y en los años noventa alentaron y financiaron al Consejo General de Huelga que, con Alejandro Echavarría acabó por cerrar la UNAM durante 10 largos meses.
Otra “coincidencia” entre el ayer y el hoy: el de 1986-1987 fue un movimiento con el objetivo político de apoyar la precandidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas; el de 1999 tuvo, en sus orígenes, la misma pretensión: respaldar el tercer intento presidencial de Cárdenas, con el agregado de apuntalar a quien entonces se perfilaba como candidato a Jefe de Gobierno: Andrés Manuel López Obrador. Hoy, el supuesto movimiento estudiantil de 2022 tiene entre sus promotores a los amigos, colaboradores y aliados políticos de otra precandidata presidencial: Claudia Sheinbaum, quien en sus años estudiantiles y detrás de su después esposo, Carlos Imaz, el propio Imanol Ordorika, su actual secretario de Gobierno, Martí Batres, y varios más, era parte de la segunda línea de dirigentes de aquel CEU.
Amparados en la casa productora Canal 6 de Julio, una plataforma de generación de contenidos audiovisuales fundada por Carlos Mendoza después de la elección de 1988 y siempre alineada a la propaganda para ese grupo político, hoy quienes se sienten los herederos del movimiento estudiantil de 1968 y, por lo tanto, dueños legítimos de la UNAM y también de la representatividad de sus estudiantes, están listos para lanzar el audiovisual UNAM: La Crisis Silenciada.
El video tiene elementos valiosos para retratar las diversas problemáticas sociales de los estudiantes universitarios en el México de hoy; más de dos décadas después de la huelga de 1999 y a 35 años de aquella en la que Ordorika, Imaz el otro señor de las ligas, y la propia Claudia Sheinbaum, hicieron de líderes estudiantiles. Pero el audiovisual se ensucia irremediablemente cuando muestra el innegable priismo del ex rector José Narro como elemento de descalificación, para acabar de perder confiabilidad cuando Imanol Ordorika critica, igual que en 1987, la falta de democracia al interior de la UNAM, a pesar de que él mismo y su familia han vivido de esa nómina que él llama antidemocrática, como parte de la Burocracia Dorada, durante por lo menos los últimos 22 años; ocho de los cuales pasó al servicio del ex rector priista, el médico José Narro, y siete que lleva cobrando en la administración de otro médico: Enrique Graue.
Los que hoy agitan la UNAM son los mismos que la convulsionaron ayer, primero en 1987 y después en 1999. Sin embargo lo de hoy tiene diferencias fundamentales con aquellos movimientos y nadie debería pasarlas por alto, pues los estudiantes no lo harán. La primera es que en aquellos años hubo dos modificaciones, la de Jorge Carpizo y la de Francisco Barnes, al Reglamento General de Pagos de la UNAM. Esos cambios que elevaban el costo de las cuotas, podían interpretarse perfectamente como atentados contra la gratuidad de la UNAM y por supuesto, eran materia suficiente para darle sentido y motivo a la huelga estudiantil. Hoy no existe en el horizonte ningún intento por modificar las cuotas y alterar la gratuidad de la UNAM.
La segunda diferencia está en la condición de quienes hoy pretenden articular un nuevo movimiento estudiantil. El Imanol Ordorika del año 2022 parece todo lo que un burócrata de la universidad puede ser, menos un líder estudiantil. Su pelo, cano y cada día más escaso, así como su título de doctor, no disimulan su facha de beneficiario de la Burocracia Dorada. Además, sus pantalones de mezclilla no lo mimetizan, en absoluto, con los estudiantes de ninguna de las facultades de la UNAM. Lo mismo o más se puede decir de Martí Batres y su gusto por los trajes costosos y las corbatas de seda. Hoy es el secretario de Gobierno de la Ciudad de México y no el líder estudiantil de la Preparatoria número 7 de los ochentas. Es un funcionario de gobierno y eso es justo lo que parece, como Jesús Salazar Toledano o José Ángel Ávila en otros tiempos. Claudia Seinbaum es la Jefa de Gobierno y virtual candidata presidencial de Morena, no una estudiante de Ciencias. Eso parece porque además, eso es.
Nadie más allá de sus incondicionales o sus colaboradores a sueldo infiltrados en algunas facultades de la UNAM, va a comprarle a los gobernantes morenistas de hoy el rol de defensores de la UNAM por varias razones categóricas: Hoy ellos son el gobierno y forman parte de la administración que ha acusado a la institución de ser una universidad neoliberal. Integran el grupo político y el gobierno que, en 2019, ya intentó una reforma constitucional para suprimir la autonomía universitaria. Participan en el gobierno y en el proyecto político que, en lugar de fortalecer la carrera de Medicina en sus distintos campus, gasta millonadas en importar supuestos médicos cubanos alegando falta de especialistas en el país. Son los miembros del gobierno que promueve una educación superior basado en la ideologización del estudiante y no en sus competencias técnicas. Su modelo de universitario está en las Universidades Benito Juárez del Bienestar y en la Universidad de la Ciudad de México; ambas radicalmente diferentes a la UNAM.
Con todo eso y a pesar de que su jefa y candidata presidencial nada tiene que ganar metiendo la mano en la UNAM, las huestes morenistas de Sheinbaum están decididas a intentar, una vez más, obtener rentabilidad política y electoral de convulsionar la universidad, Lo hicieron en 1987, lo hicieron y fracasaron estrepitosamente en 1999 y todo indica que lo harán, otra vez, en 2022.
Ya se verá cómo reacciona la impredecible juventud universitaria, que después de dos años de confinamiento, pudo regresar a sus salones de clases, pero ahora podría ser privada de su campus por un movimiento político.