Los días de Ben Roethlisberger en Pittsburgh están contados... o al menos deberían estarlo.
Elegir el momento del retiro es una decisión muy personal y siempre he apoyado a los jugadores que quieren seguir haciendo lo que aman; su carrera ya de por sí es demasiado corta como para que la prensa esté constanemente poniéndole fecha de expiración.
Dicho eso, también es triste cuando el declive de una ex estrella se hace tan evidente que es una realidad ineludible.
No soy de los que piensa que el bajo nivel en el final de tu carrera mancha tu legado, pero no deja de ser una imagen triste, un recordatorio de que el tiempo pasa para todos, excepto, por supuesto, para Tom Brady.
Incluso, en sus mejores tiempos, las lecturas pre-snap no eran el principal fuerte de Big Ben, quien generalmente brillaba comprando tiempo y en jugadas rotas; hizo de ese tipo de acciones una marca registrada.
Ahora, Roethlisberger no tiene movilidad y la ofensiva de Pittsburgh luce prehistórica.
En dos partidos, los Steelers han acumulado 583 yardas y 40 puntos, de los que siete llegaron por la vía de los equipos especiales tras un despeje bloqueado.
Para trazar un paralelismo en su misma división, los Baltimore Ravens, que también tienen marca de 1-1, han totalizado 887 yardas y 63 puntos en sus primeros dos partidos y eso que no tienen, ni de cerca, el ataque aéreo más potente de la liga, pero sí una identidad terrestre clara y un atleta magnífico en la posición de mariscal.