La contratación de médicos cubanos anunciada por el presidente Andrés Manuel
López Obrador ha despertado toda clase de críticas al mandatario desde diferentes
sectores y esas no deberían ser ignoradas por la autoridad. Sin embargo hay un
elemento que hasta ahora ha pasado inadvertido en el análisis de este nuevo anuncio
presidencial: las razones esgrimidas por López Obrador.
Cuando el presidente anunció el convenio con Cuba para contratar a sus médicos,
habló de que México no tiene los suficientes especialistas para ofrecer servicios de
salud a toda su población. La suficiencia en la cobertura de un servicio médico
nacional no solo se mide con el número de especialistas titulados o en proceso de
titularse, se alcanza cuando se ha cubierto, además del número requerido, todo el
territorio nacional con profesionales de la salud.
México puede tener la cantidad necesaria de médicos para atender a su población,
pero formarlos en número no es suficiente para un país de dos millones de kilómetros
cuadrados. Además de prepararlos es indispensable tenerlos distribuidos en todas las
regiones y cubrir toda la geografía nacional. Por eso entre algunos analistas y
políticos, el mensaje presidencial sonó a una nueva crítica a las universidades,
particularmente a la principal y más reconocida de las universidades del país: la
UNAM.
El presidente ya ha tenido otras expresiones de censura en contra de la UNAM. La más
dura es la acusación de haberse alineado con los intereses del neoliberalismo. Justo
por eso no puede descartarse que su afirmación sobre la falta de médicos en México,
sea también un reclamo a la principal universidad del país, que quizá forme muchos
profesionales de la salud, pero no los prepara con la visión y el compromiso social
necesarios para que atiendan a los mexicanos de todas las regiones y de todos los
niveles socioeconómicos.
¿Acaso la UNAM está enfocada a la formación de médicos con una visión mercantilista
y poco compromiso social? Esa idea podría, perfectamente, ser una línea del discurso
presidencial que justifique la decisión de importar médicos cubanos de talentos
bastante dudosos. Esa también podría ser la apertura de una nueva andanada en
contra de la máxima casa de estudios y de sus autoridades.
El asunto cobra mayor relevancia cuando se revisa y se analiza la conducción de la
UNAM a lo largo de los últimos 22 años: Juan Ramón de la Fuente, médico cirujano,
rector; José Narro Robles, médico cirujano, rector; Enrique Graue Wiechers,
médico cirujano, rector. Son casi 23 años de médicos en la Rectoría de la UNAM. Antes
de hacerse cargo de los destinos de la universidad, los tres últimos rectores fueron,
además, directores de su Facultad de Medicina y justo ahora, llega el anuncio de una
nueva decisión presidencial, que suena a reclamo por la falta de médicos en México, o
de médicos con visión social quizá.
Para acabar de enredar las cosas, la actitud de los ex rectores y el actual rector de la
UNAM frente a las críticas presidenciales contra la institución, genera toda clase de
dudas. Juan Ramón de la Fuente, colaborador del presidente López Obrador desde el
arranque de su gobierno y corresponsable de la formación de médicos mexicanos, ha
guardado un silencio cómplice cada vez que el presidente, con argumentos o sin ellos,
ha arremetido contra la UNAM. Eso sí, el embajador de México ante la ONU que vive
cómodamente en Nueva York, no ha sacado las manos de la UNAM.
José Narro Robles, otro médico que fue rector y que hasta hace poco no se detenía
cuando se trataba de declarar algo y asumir una posición para beneficiar su proyecto
político personal, parece mudo cuando de defender a la UNAM se trata, aunque desde
sus escondites, igual que De la Fuente, no pierde oportunidad de mover a sus
incondicionales en la burocracia universitaria si con ello, puede ganar alguna posición
al interior de una institución académica que un día encabezó. Fue así como logró
colocar a Luis Raúl González Pérez, el ex presidente de la Comisión Nacional de los
Derechos Humanos tan criticado por López Obrador, al frente del Programa
Universitario de Derechos Humanos.
Enrique Graue, el médico que actualmente ocupa la Rectoría, le lanzó toda clase de
guiños al presidente López Obrador y a su administración. Fue a visitarlo a su casa de
campaña para presumir su excelente relación, pero después, igual que sus antecesores
médicos, guardó silencio ante todos los ataques, que no han sido pocos, del presidente
a la UNAM. Hace apenas unos meses, ante el desgaste de Jorge Alcocer y Hugo López
Gatell, personal del equipo de Graue hizo correr versiones de que el rector, pronto se
integraría a la Secretaría de Salud en calidad de titular. Quizá por eso, porque aspiraba
a integrarse a la 4T, Graue incorporó a la UNAM a personajes como John Ackerman y
se dejó arrastrar por el lodo al promover primero, y encubrir después, a Eduardo
López Betancourt, el abogado de Félix Salgado Macedonio, que hoy está acusado y
es juzgado por acoso sexual agravado, en contra de una alumna de la propia UNAM.
El tiempo lo desgasta todo y tanto los resultados como la relación con el gobierno,
indican que 23 años de médicos en la Rectoría, han sido demasiados para una
institución con tantas posibilidades y tantas responsabilidades para con el país, como
la UNAM