Salvador
Guerrero Chiprés
@guerrerochipres
El asesinato de dos
menores, uno de ellos de solamente siete años de edad, se agrega a otros dos
incidentes, de entre los conocidos y difundidos por los medios, que ponen
alerta roja a dos tipos de problemas: de un lado la probable asociación con
organismos delictivos y, de otro, el asunto de la condición psiquiátrica o
toxicológica desatendida.
A esos casos añado
la mención del incidente en que dos gemelos, de 16 años de edad, perdieron la
vida en un accidente nocturno en la colonia Jardines del Pedregal, en un auto
semideportivo.
Lo único que es común
a todos ellos es que probablemente existe una condición de distanciamiento de
sus respectivas comunidades familiares ampliadas, respecto de las condiciones
en que sus hijos son colocados para tomar ciertas decisiones consciente o
inconscientemente.
La vulnerabilidad
de las niñas, los niños y los adolescentes se encuentra en un lugar de mayor
fragilidad de donde se encontraban hace una década, o hace dos generaciones
cuando había una confianza documentada y clara en los maestros, las iglesias y
otras familias y comunidades que se han transformado o desaparecido, casi en
ningún caso para bien.
La
violencia hacia los menores de edad tiene múltiples expresiones en la sociedad,
incluso en las familias, donde puede ser tolerada o propiciada como forma de
vida o de sobrevivencia, y puede ir desde un desplante, una ofensa verbal, el
consumo de alcohol, y la pérdida de vínculos afectivos eficientes para no decir
carentes de amor y afectos útiles donde habite la bondad, la solidaridad o la
generosidad simple.
Al
gobierno sin duda le corresponde una gran parte de las acciones para tratar de
emparejar oportunidades de desarrollo —que pueden ser muy desiguales en una
misma ciudad—, destinar recursos para la prevención, empujar nuevas
legislaciones y promover modelos de intervención comunitaria que de cualquier
manera requieren a todos los actores sociales.
En
casa se gestan y refuerzan esquemas de violencia de género y de otros tipos que
terminan siendo un boomerang.
En
la Ciudad de México, la Fiscalía General de Justicia, en seguimiento de la
sensibilidad de la Jefa de Gobierno,
Claudia Sheinbaum, quien incluso se disculpó con la doble victimización de dos
menores, ha respondido con la investigación y capturas, pero el fondo social
que provoca la agresión está por conocerse.
No es posible
adjudicar a un solo factor ni a una serie de ellos, los hechos violentos en que
se pueden ver involucrados menores de edad. Hay factores de riesgo, desempleo
en la familia, prácticas disciplinarias severas o relajadas, escasa interacción,
pobreza, acceso a drogas y armas, entre otras que apenas son señales del
problema.
En el Consejo
Ciudadano para la Seguridad y la Justicia de la CDMX, en convenio con DIF y la
Sibiso, así como la FGJ y la SSC, estamos atentos 24/7 para asistir a la
ciudadanía en la Línea de Seguridad y el Chat de Confianza, ambos en el 55 5533 5533.
Nos toca a todas y a todos participar en la reconstrucción del tejido social.