Verónica Malo Guzmán
Rara vez es cuando el secretario de la Defensa da un discurso.
Pero este viernes, con motivo del 110 aniversario de la Revolución Mexicana, la
intervención del general Luis Crescencio Sandoval González fue especialmente
emotiva.
Y no, ello no se debió a las palabras dedicadas a los héroes
quienes creyeron en el sufragio efectivo y en la no reelección. O en el
reconocimiento a los militares y civiles que hoy fueron condecorados con la
presea “Miguel Hidalgo”. Tampoco a que se refirió a que en las Fuerzas Armadas
las designaciones y ascensos se dan al margen de favoritismos, amiguismo e
influyentismo, si bien se agradece enormemente.
No. Tal vez lo más importante a notar es que el comandante
habló con mucho orgullo de los reconocimientos otorgados, subrayando no
obstante que hay una responsabilidad que deben cumplir de vuelta cada uno de
los integrantes condecorados: actuar con profesionalismo y dentro de la
LEGALIDAD.
Claramente, habiendo un natural sentido de agravio y
desmoralización en el Ejército, producto de lo ocurrido con el general retirado
Salvador Cienfuegos, Sandoval buscó compensarlo con un discurso de mucho
aliento para los miembros. “No se permite la confrontación entre compañeros”.
No se espere, entonces, en días subsecuentes una palabra en
contra del general Cienfuegos. Tampoco escuchar una voz a favor. Pero eso sí,
actuarán como “un solo cuerpo”.
El general aclaró, para quien supiera leer entre líneas, que
ello no se traduce ni va a significar de parte de las propias Fuerzas Armadas
que se encubrirán o solaparán actos criminales, de corrupción o de
tergiversación de la norma.
En ese sentido su discurso fue una declaración magistral de
dónde se encuentra situado en estos momentos el Ejército Mexicano con respecto
a sí mismo.
Su decir fue el de una prudencia absoluta. Donde no se
mencionó ni el nombre ni la situación de Cienfuegos, y sí se recordó que,
dentro de la legalidad, el Ejército siempre sigue un camino recto sin
desviaciones, con un correcto actuar y forjando su propio destino. Fue elegante
y fue diplomático, permitiendo entender a quien quiso hacerlo.
Hubo, quizá, tres cosas que en mi opinión desentonaron con
todo lo anterior y quiero mencionarlas:
(1) La presencia de ‘la no primera dama’, Beatriz Gutiérrez
Müller, siendo que es solo “la esposa del presidente”.
(2) Hablar de la Guardia Nacional como parte del Ejército y
de la Marina; esto es, integrada a las fuerzas de defensa de la nación y no a
las de Seguridad Pública.
(3) El justificar la realización de “obras civiles que
ayuden al progreso del país”. Un llamado sin lugar a dudas a todos quienes
consideramos que el Ejército está sobresaturado y desviando su quehacer a
funciones que no le son fundamentales.
El discurso del general Luis Crescencio Sandoval fue el más
escuchado de quienes tomaron la palabra; de manera clara y llana refrendó el
compromiso con el ejecutivo federal (ningún rompimiento con AMLO; todo lo
contrario: lealtad y hasta agradecimiento), insistiendo al mismo tiempo en la
división de poderes y dejando claro el espíritu de cuerpo en las fuerzas
armadas que no permite ningún tipo de confrontación entre compañeros. “La
lealtad del Ejército es a toda prueba y no anhela ningún poder”.
Quienes esperaban una alocución de contrastes o
enfrentamientos, no podrán más que aceptar que lo que se vio fue a un glorioso
cuerpo militar siendo institucional. Y eso, la serenidad en el mando, en estos
tiempos convulsos, se agradece enormemente.