Gustavo Rentería
Los gobernadores del PRI -que muchos años se sabían
triunfadores, porque el “aparato” los apoyaba- están prácticamente derrotados.
Hace unos años iban confiados a las elecciones, porque los
votos se pesaban, nunca se contaban; y lo importante era la voluntad del
presidente de la República que dictaba el guion desde Los Pinos. La opinión de
la gente no contaba, sólo la del “gran jefe” y los grandes liderazgos de la
región.
Todos cabían en el paquete y así la “familia feliz” vivía la
gloria por generaciones. La oposición empujó duro, y no hubo más remedio que
entregar la primera gubernatura. Fue para el PAN en Baja California. Ahí empezó
la democracia en México.
Años después se vio a ríos de gente, hartos del
Revolucionario Institucional, formados en las urnas. Les fueron a cobrar su
frivolidad, la corrupción imperante y la crisis galopante. Ganó Vicente Fox
Quesada. Sus resultados son otra cosa; pero de que cambió el rumbo, no hay
duda.
Aunque gobernaba el PAN, el PRI seguía siendo una poderosa
organización. Pero como no había “tlatoani” los gobernadores se convirtieron en
dueños del tricolor local. Después de 12 años, Enrique Peña Nieto tomó el
control de la otrora Secretaría de las Elecciones.
Claro, nunca que fue lo mismo. Sabían que, para controlar al
México bronco, tenían que compartir el poder y repartir el dinero.
Ahora los priistas están de capa caída. Los líderes del
Revolucionario Institucional tienen la cabeza bajo la tierra, como políticos
vergonzantes con el cráneo bajo la tierra. ¿Y por qué se esconden? O porque
saben que tienen cola larga, o porque su aceptación y popularidad es nula.
Claro, hay honrosas excepciones, pero la mayoría están más
preocupados en no ir a la cárcel y concluir su mandato sin contratiempos, que
armando una estrategia para competir en las elecciones intermedias.
En esta ocasión hablemos de los gobernadores que ya se van,
y que en unas semanas perderán el poder y la firma en la chequera (porque como sabe
usted amigo lector, la noche del 6 de junio, se convertirán en “apestados”).
Nos jura y perjura -todavía en una entrevista que nos
concedió para nuestros espacios de televisión- el gobernador de Campeche con
licencia Alejandro “Alito” Moreno, que ganará el PRI con Christian Castro
Bello. Pero las encuestas dicen lo contrario. Por ejemplo, Massive Caller
asegura que, si hoy fueran los comicios, ganaría Layda Sansores por más de 7
puntos porcentuales.
Carlos Miguel Aysa, gobernador sustituto, aunque es un
personero del líder nacional del PRI, parece que es más un gerente o un
director administrativo, que un verdadero líder en una de las zonas geográficas
más golpeadas por la desigualdad. Claro, él no sabía que vendría la pandemia
del Covid19, pero nadie se equivoca a al asegurar que su tibieza no le ayuda
nada a la alianza opositora.
En Colima el gran amigo de Luis Videgaray resultó más que
gris. Otros dicen que nunca cumplió sus promesas y que abandonó a los amigos.
Nacho Peralta que ganó después de dos elecciones tiene muy claro que le
entregará el poder a Índira Vizcaíno. Su candidata, Mely Romero está en tercer
lugar en todas las mediciones, y no más no crece.
Además, lo que desea el ex subsecretario de la SCT de Peña
Nieto es que ya acabé el mandato, porque entregará el estado con más homicidios
dolosos por cada 100 mil habitantes. Es
decir, ya quiere que le salve la campana electoral, y retirarse de la masacre.
A pesar de que Félix Salgado Macedonio no irá -eso parece-
Morena triunfará en Guerrero. Héctor Astudillo como buen priista le dice la
hora que desea el señor presidente López Obrador. Es un soldado más del titular
del Ejecutivo, y no lo importa que no sea tricolor. Baila al son que le toque
el tabasqueño.
Sabe perfectamente que Mario Moreno no tiene posibilidades,
y él quiere solamente salvar su pellejo.
En el caso de Sinaloa, el gobernador Quirino Ordaz Coppel es
el Pepe Calzada moderno. ¿De qué le sirve estar bien posicionado en las
encuestas de aceptación, si perderá por casi 15 puntos? Lo único que le importa
es cerrar bien, y que se visto en Palacio Nacional como un demócrata. Al puro
estilo de Peña Nieto con José Antonio Meade, que nunca levantó.
En Tlaxcala el gobernador Marco Mena sabe que no posee
ninguna posibilidad de que llegue Anabell Ávalos; por eso hasta fue el primero
que firmó el pacto por la democracia que propuso el presidente de la República.
Pasará a la historia como el primer tricolor entreguista, es decir, el primero
que entregó las llaves del despacho, aunque intente engañar con que es un
hombre que no se mete en las elecciones. ¡Pamplinas, lo que quiere es evitar la
cárcel! ahí ganará Lorena Cuéllar.
En Zacatecas ya no debe tener ninguna foto familiar
Alejandro Tello en la casa de Gobierno, porque sabe que pronto tendrá que
desalojarla. Es más, la gubernatura es ya de David Monreal, sin ni siquiera
haberse celebrado la elección. Inscribir a Claudia Edith Anaya fue mero
trámite.
Juan Manuel Carreras tenía la elección perdida, si el
alcalde Nava iba de candidato de Morena, pero las cosas cambian con Mónica
Rangel en San Luis Potosí, que tendrá un final de fotografía contra Octavio
Pedroza.
Quien sí podrá competir dignamente es la gobernadora de
Sonora, Claudia Pavlovich, que además de bien evaluada, tiene un gallo que si
cacarea. Aunque sigue ganando en las preferencias el ex secretario de Seguridad
Pública del Gabinete Federal, el “Borrego” Gándara está a escasos 4 punto de
alcanzar al cercano colaborar de Luis Donaldo Colosio Murrieta, Alfonso Durazo.
Cómo ve usted, Carlos Miguel Aysa, Nacho Peralta, Héctor
Astudillo, Quirino Ordaz Coppel, Marco Mena y Alejandro Tello son los grandes
derrotados de las próximas elecciones.
*Periodista, editor y radiodifusor
@GustavoRenteria
www.GustavoRenteria.com