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Los Tocables Adán Augusto: el triunfo del cinismo

por Héctor Guerrero
26-09-2025

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Adán Augusto López Hernández es, hoy por hoy, el triunfo del cinismo político. En el ámbito jurídico no aparece formalmente señalado, como si una barrera invisible lo separara de las investigaciones que sí alcanzan a su exsecretario de Seguridad, Hernán Bermúdez. 

El gobierno ha hecho un esfuerzo evidente por no involucrarlo. Es un silencio que, más que protección, parece miedo: si se abriera esa puerta, el castillo narrativo de la llamada Cuarta Transformación se derrumbaría. Porque tocar a Adán Augusto implica señalar al expresidente López Obrador, cuya sombra domina todavía los pasillos del poder.

El paralelismo con el caso de Felipe Calderón y Genaro García Luna es inevitable. A Calderón lo persigue, desde Madrid hasta Twitter, la convicción social de que sabía quién era su secretario de Seguridad. 

Su negativa resulta inverosímil. Y la pretensión de que Adán Augusto no supiera nada de Bermúdez es igualmente insostenible. Gobernador, secretario de Gobernación y aspirante presidencial: un político con ese nivel de oficio no puede alegar ignorancia. La sospecha de encubrimiento lo envuelve, aunque no aparezca su firma en ningún expediente.

La presidenta Sheinbaum sostiene todavía a López Hernández. Lo hace en nombre de la disciplina de grupo, pero también para no dinamitar la herencia de su antecesor. Es su gobierno el que conduce la investigación, pero su prioridad no es deslindarse, sino proteger a quien fue su jefe político. 

El riesgo es obvio: ser vista como encubridora de un personaje que ya perdió credibilidad. En cuanto Bermúdez empiece a cantar, como suele decirse en la jerga judicial, el relato oficial se desplomará.

No ayuda que la denuncia provenga del propio gobernador de Tabasco, Javier May, heredero del entramado político que Adán dejó en su estado. May no es un opositor ni un analista crítico: es parte de la misma maquinaria. Y sin embargo, fue él quien ventiló las sombras de su antecesor. La defensa se complica cuando la acusación viene de casa.

A esto se suma la incomodidad de los petroleros. No hay que olvidar que durante su precampaña presidencial, López Hernández se arropó en el sindicato petrolero. Los mítines y los recursos fluyeron bajo la etiqueta de “Petroleros por Adán”. Y detrás de esa operación estaba Ricardo Aldana, el mismo dirigente que carga décadas de descrédito y que simboliza lo peor de la política corporativa. Hoy, cuando se destapan los vínculos entre seguridad, corrupción y encubrimiento, también se ventilan los intereses petroleros que lo respaldaron. El costo es doble: pierde legitimidad el político y se exhibe la connivencia de un gremio que se presenta como aliado estratégico de la 4T.

El juicio político en marcha no pasará. La oposición carece de votos y lo sabe. Pero el hecho mismo de que exista esa ruta institucional coloca a Adán en la antesala de la deshonra. No será sancionado, pero tampoco podrá reclamar exoneración. Políticamente está acabado: no hay discurso capaz de rescatar a un personaje cuya credibilidad se ha evaporado.

El verdadero fracaso, sin embargo, no es individual, sino sistémico. En México no existe responsabilidad política. Ni el partido que lo impulsó, ni el movimiento que lo encumbró, ni la presidenta que lo sostiene están dispuestos a asumir costo alguno. Se normaliza la impunidad con un barniz de legalidad: “no hay pruebas”, repiten, como si la política se redujera a expedientes judiciales. La incompetencia política se vuelve norma: nadie responde, nadie renuncia, nadie asume.

Ese vacío permite que personajes como López Hernández sobrevivan en la penumbra. No enfrentarán tribunales, pero tampoco volverán a tener futuro. Son políticos zombis: caminan, hablan, buscan micrófono, pero están muertos en términos de confianza pública. Y si acaso sobreviven, es por el cálculo de quienes temen que, al investigarlos, se destape algo peor.

El caso Adán Augusto es apenas el principio. Lo que hoy se protege con silencios y omisiones terminará en el banquillo de la opinión pública. Y cuando eso ocurra, la 4T tendrá que reconocer que en su relato de pureza también había barro, y que en su promesa de cambio anidaban las mismas sombras que condenaron a sus adversarios.


Tiempo al tiempo.

@hecguerrero