Felipe León López
Estos días han sido controversiales para
la propuesta transformadora del gobierno de la República: una reforma
energética que se confronta con la Constitución y con el acuerdo comercial del
T-MEC. Mi compañero de página, José Reyes Doria, apuntó con precisión que todo
indica que “el actual conflicto con empresas del sector energético y con el
Poder Judicial, obedece a esa ausencia de estrategia reformadora” de parte del
Ejecutivo federal y sus aliados en el Legislativo.
“En efecto, el gobierno de AMLO, pese a
contar con una enorme respaldo popular y amplias mayorías en el Congreso, no ha
tomado la decisión de impulsar una reforma constitucional para recuperar la
exclusividad de la Nación en la propiedad, exploración y explotación del
petróleo. Hoy por hoy, la privatización del petróleo es una posibilidad latente
avalada por la Constitución”, remarca Reyes Doria.
Y así ocurre: a la autollamada “Cuarta
Transformación” se le fue de las manos que tenían todo para cambiar la
Constitución y con ello trascender a la historia porque los resultados de julio
del 2018 le dieron gran legitimidad, la mayoría en el Senado y la Cámara de
Diputados, además de una inercia para imponerse en los congresos locales. No
fue así, y se toparon con disposiciones constitucionales por encima de decretos
o enmiendas a capricho del Ejecutivo. Por eso, los fallos contra la reforma
energética ahora son el pretexto ideal para que sea la bandera de campaña para
el 2021 de “Juntos Haremos Historia”: una nueva Constitución.
La idea de un nuevo constituyente
mexicano es vieja, pero en las actuales circunstancias de la alternancia de
poderes y de violencia verbal entre los actores políticos, resulta muy poco atractiva
para el titular del Ejecutivo y sus aliados, pues para ello tendrían que tender
los puentes con todas las fuerzas políticas (cosa que no hay) y los factores de
poder económico (con quienes sigue confrontado) y social (como a los medios y
formadores de opinión no alineados a los que todos los días atacan) a los que
han venido asestando campañas de desprestigio y desacreditación.
Y el siguiente paso sería que estos
acuerdos se trasladen en las urnas para que MORENA y sus aliados rebasen la
mayoría simple y obtener la mayoría calificada necesaria para los cambios que
quieren, así como convencer a todos los ciudadanos del país para ganar la
mayoría de los congresos locales en disputa.
Contrario a lo que podría ser un ABC
para un acuerdo político nacional estamos en un ambiente donde todo lo importante
es la aniquilación del contrario y construir sobre su cadáver el modelo de país
que se quiere.
Existen muchas justificaciones sociales para
una nueva Constitución pudiera aterrizarse con mayor seriedad: la alta
corrupción de la clase política, los poderes fácticos descontrolados e impunes,
una violencia que no amaina y la justicia distributiva que sigue sin alcanzarse.
Lo hemos publicado en otras ocasiones: al país le urge una fortaleza
institucional para caminar por un sendero de conciliación democrática.
Nadie puede afirmar que vayamos por ese
camino, pero tampoco que no quisiéramos. En la actual coyuntura se advierten
mensajes detrás de la llamada “Cuarta Transformación”, que anticipan un debate
intenso al respecto. De hecho, el camino ya está trazado con la Constitución de
la Ciudad de México, pues representó un gran ensayo de lo que podría estarse
preparando.
¿Son las condiciones políticas actuales
propicias para una Constitución que supere la de 1917? ¿Podría darse después de
las elecciones de julio próximo? ¿El titular del Ejecutivo ahora sí podría
emplear su fortaleza y legitimidad para dar este salto?
La ausencia de mecanismos para armonizar
la convivencia de las fuerzas políticas, y más si son opuestas, en su visión de
lo que el país debe ser y cómo llegar a serlo, pone sobre la mesa la discusión
de la transformación de las instituciones a través de un nuevo pacto social de
los mexicanos.
AYUDA DE MEMORIA
·
Durante el
sexenio de Carlos Salinas de Gortari se buscó adecuar las instituciones al
esquema de modernización económica y política, pero encontró resistencias en
aquellos sectores que defendían el legado del constituyente de 1917 (y que fue
hasta con Peña Nieto cuando se vencieron algunas de éstas).
·
Desde 1994,
Porfirio Muñoz Ledo ha sido persistente y con poco éxito con su reforma del
Estado y la nueva constitución, algo que tentó muy cerca cuando Vicente Fox lo
comisionó para este fin, aunque luego lo retiró (salvo la de la CDMX, que por
cierto, enfrenta el último fallo de la SCJN).
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En el 2001,
Vicente Fox aventuró la posibilidad de reformar a fondo la Constitución, pero
tuvo el rechazo tajante de los legisladores priístas y un equipo soberbio en la
Secretaría de Gobernación que no supo articular el bono democrático con que
contó este presidente.
·
En otro
momento, el 2006, el entonces diputado de Convergencia (hoy Movimiento
Ciudadano), Jesús Martínez Álvarez, promovió también una iniciativa con un
proyecto de nueva Constitución; no fue secundado.
·
Cuauhtémoc
Cárdenas, como comisionado para la conmemoración del bicentenario de la
Independencia y el centenario de la Revolución, planteó que en el 2010 México
debía contar con una nueva Constitución; su voz fue acallada incluso por sus
entonces correligionarios.
·
Sin embargo,
la actual coyuntura con una fuerza política predominante, los partidos
derrotados en vías de pulverización y reacomodo, con las aguas turbias en el
escenario social y económico y con el crimen organizado local y transnacional
al acecho, no parece ser el momento adecuado para revisar la Carta Magna. El
problema es de forma y el fondo. ¿Qué propuestas hay al respecto? ¿Cuáles son
ahora las rutas por las que quisieran conducir esta discusión? ¿Qué tan viable
son las propuestas que están sobre la mesa?
·
Por el lado
serio de MORENA, por ejemplo, el 20 de julio de 2018, Porfirio Muñoz Ledo, el
proyecto de país tendría “dos tiempos: un tiempo de hacer las correcciones,
fundamentalmente de las deformaciones en las que se ha incurrido durante los
últimos 30 años, porque de las 900 reformas a la Constitución que ha habido, la
tercera parte son de la época actual. Y luego habrá que entrar en un segundo
momento a una revisión integral de la Constitución, cuando el gobierno se haya
asentado y aumentado su consenso, probado su eficacia y su prestigio. Esto
puede llevar a la convocatoria de una Asamblea Constituyente. Es lo que llama
Andrés Manuel la cuarta transformación”.
Contacto: feleon_2000@yahoo.com