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Máynez, el instrumento

por Federico Berrueto
21-05-2024

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Por Federico Berrueto

mayo 21, 2024 a las 05:27 CST

Suele decirse que no hay que lidiar con el can, sino con su dueño, aplicable la candidatura de MC. Revelador de los tres debates, con mayor claridad en el último, es la pasta de la que está hecha cada una de las opciones en la elección presidencial. Cada cual ratifica qué es y qué representa.

De ganar y tener mayoría constitucional, Claudia acabaría con el régimen democrático, como se ha propuesto el presidente. La candidata del oficialismo es transparente, nadie puede darse al engaño; al igual que su mentor niega lo que generaciones de mexicanos han edificado: la división de poderes; los contrapesos institucionales; el pacto federal; la constitucionalidad de los actos de autoridad y de las leyes; la pluralidad en los órganos legislativos; la independencia judicial; la transparencia y rendición de cuentas; una economía al margen del monopolio y la justa concurrencia de particulares, así como el respeto irrestricto a la libertad de expresión y a quien analiza, critica o disiente. Persistiría la complacencia y connivencia con el crimen organizado, el uso patrimonialista del gobierno, el empleo de la justicia penal con objetivos políticos, la militarización de la vida pública y el sometimiento a las pulsiones xenofóbicas del vecino del norte.

Debe decirse que hay empatía y afinidades conceptuales y políticas de la candidata Xóchitl Gálvez con los partidos, pero es el país lo que define la coalición en su gobierno, incluso, según sus palabras, hay sitio para los mejores naranjas y morenos. Como bien dice Máynez, en todos los partidos hay buenos y malos, aunque el elogio a Ebrard no vale después propiciar el penoso sometimiento del país en el gobierno de Trump.

El triunfo de Xóchitl sería semejante al de López Obrador. El respaldo para ganar no vendrá de adhesiones hacia su proyecto, sino que será resultado del rechazo al adversario. También fundado temor a lo que representa y se propone como se mostró en la movilización ciudadana. El presidente traicionó la confianza de muchos. El México de ahora es más corrupto, desigual y violento que el que recibió, además está profundamente dividido y con amplios sectores de la población sometidos al oprobio del clientelismo, con élites corruptas y acomodaticias. Las malas decisiones han provocado centenares de miles de fallecimientos como ocurrió en la pandemia; también por la entrega del país al crimen han ocasionado casi 190 mil asesinatos y más de 50 mil desaparecidos.

Máynez adquiere relieve, aunque él no es jugador, sino pieza; Dante Delgado manda. Es una figura que hace el trabajo encomendado, una suerte de sicario contra la candidata opositora. Engaña a quien se deja y tiene por objetivo dividir al voto opositor. El perfil de los seguidores de Máynez no corresponde al que revela la discutible consulta universitaria; los de él son los proclives a la frivolidad digital. La base electoral es tan frágil como lo que los seduce y atrae, no advierten que quien concita adhesión son desastre en el ejercicio del poder, como prueba el engañabobos gobernador de Nuevo León, Samuel García, un estado hundido en la corrupción, la violencia y, por si fuera poco, decidido a fondear la campaña de su esposa para ganar Monterrey y, en su momento, reproducirse en el poder por el menos noble de los caminos y común de los dictadores.

Son interesantes las respuestas de las tres opciones a la idea de terminar con la representación proporcional. Lo razonable lo dijo Xóchitl, se trata de igualar el respaldo del voto con la presencia parlamentaria que el oficialismo quiere acabar al pretender la sobre representación, contraria a la pluralidad y a lo más básico de la democracia, que el voto determine qué debe representar cada fuerza.

Lo dicho por Máynez fue deplorable porque es legislador; si no entiende el sistema de representación su lugar está fuera de la política o, seguramente, sí entiende, y aunque eliminar la representación proporcional sería fatal para MC resulta mejor cumplir la encomienda de dividir y confundir el voto opositor. Efectivamente el juego no es de él, sino de quien lo promovió e impuso.