La frase de “abrazos y no balazos” acuñada en este gobierno y que ha sido presumida reiteradamente por el Presidente de la República como la fórmula atinada para acabar con la delincuencia y que obviamente estamos ciertos y convencidos no ha dado los resultados imaginados desde Palacio Nacional que se podían alcanzar, sería saludable que su primera palabra se pudiera manejar como forma de gobierno.
Me refiero a que sería muy saludable para el país, para todos los mexicanos, que desde las elevadas jerarquías públicas hubiera abrazos y no esa política permanente de ataque y confrontación a todos aquellos ciudadanos que piensan distinto a lo que la 4T, considera como correcto.
Es preocupante y triste que es difícil encontrar una conferencia matutina en la que nuestro Presidente, que lo es de todos los mexicanos, no ataque a alguien, no se refiera de manera despectiva a políticos con militancia diferente a la suya, o incluso, que a cuatro años de distancia, siga pensando que los males por él no resueltos son responsabilidad de gobiernos anteriores.
De verdad, no lo entiendo. ¿Con qué objeto atacar tanto a compatriotas que piensan diferente? No tengo la respuesta. Este escenario, lamentablemente, reiterado ha invadido y es imitado, alentado u ordenado por el licenciado López Obrador en distintas esferas gubernamentales.
El Secretario de Gobernación, quien está obligado por la Ley Orgánica de la Administración Pública Federal, entre otras atribuciones a: “…Facilitar acuerdos políticos y consensos sociales para que, en los términos de la Constitución y las leyes, se mantengan las condiciones de unidad nacional, cohesión social, fortalecimiento de las instituciones de gobierno y gobernabilidad democrática”, al estar viajando por distintos Estados de la República, ha atacado e incluso verbalmente ofendido a los Gobernadores de Jalisco y Nuevo León. Su proceder es contrario a lo que dice el texto transcrito del artículo 27 de la ley mencionada, sino también es totalmente incongruente a lo que debe ser la conducta de quien se considera como responsable de conducir la política nacional.
Y si contemplamos el proceder de otra aspirante a la candidatura presidencial, la doctora Claudia Sheinbaum, hallaremos que recientemente, por un reprobable incidente realizado por el padre de un alcalde panista, declaró que esa conducta respondía al comportamiento que observaban los militantes de ese Partido. Olvidan los servidores públicos mencionados, que todavía, si es que llegan a estarlo, todavía no están en sus campañas políticas. Preocupante que llegaran a serlo, si desde ahora tienen ese proceder.
De los aspirantes presidenciales de Morena, más mencionados, solo dos se mantienen con posturas serias y civilizadas: Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal. Ese ambiente de confrontación también está en el Senado de la República, la sesión a la que asistieron los secretarios de la Defensa, Marina y Seguridad Pública, fue ocasión en la que se escucharon insultos y acusaciones.
De las intervenciones que ese día se oyeron, debemos destacar la vigorosa, elocuente y muy bien fundamentada del Senador Germán Martínez, quien, de manera respetuosa, y con argumentos legales citando un reglamento de la época del General Cárdenas, señaló que el ejército debe mantenerse alejado, como no lo está ahora, de las tareas que realiza y de las declaraciones públicas que hace el secretario.
Por eso, si a los delincuentes el Presidente les ofrece abrazos, a los ciudadanos de bien debe de dárselos con mayor razón.
Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM